Gente corriente

Eddy Collins Jones: "La esclavitud me duele intelectualmente"

Barman. La conversación discreta y el 'gimlet' (gin, zumo de lima y tres cubitos) son su especialidad.

«La esclavitud me duele intelectualmente»_MEDIA_1

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Olga Merino

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Ha servido y sirve copas a la cultura barcelonesa más noctámbula. Eddy Collins Jones (Malabo, Guinea Ecuatorial, 1956) es un hombretón con voz de jazzman que rebosa humanidad e ironía.

-Nacido en Guinea, con apellidos anglosajones...

-Soy descendiente de esclavos africanos. A menudo los esclavos libertos adoptaban el apellido de sus amos. Mis ancestros, una vez liberados de las colonias británicas, volvieron a África, a Freetown (Ciudad Libre), en Sierra Leona. Y desde allí se desperdigaron por Guinea Ecuatorial y Nigeria.

-¿Esa historia familiar le enorgullece? ¿Le avergüenza?

-Me duele intelectualmente, pero no la he vivido.

-¿Algún recuerdo de la infancia en África?

-Los veranos en Malabo, en la casa grande, y el paisaje agreste. Durante la época de la colonia, mis padres eran pudientes, y mis cuatro hermanos y yo veníamos a estudiar a Barcelona.

-Africanos y ricos. Una paradoja.

-Yo fui un privilegiado; mi vida no tiene ningún interés. Era un niño mimado, un niño tonto con dinero.

-Imagino que entonces sería el único chaval negro en el colegio. ¿Cómo lo llevaba?

-Muy bien; suelo caer bien a la gente. Tengo excelentes amigos entre la burguesía catalana. Cuando éramos cuatro negros, la cosa resultaba simpática. Pero ahora que ya somos 100.000…

-¿Se siente africano?

-Me siento barcelonés; me encanta esta ciudad. Pero prefería la de los años 80 porque había más libertad. Ahora estamos apalancados, con muchas tonterías.

-¿Bromas por la raza? ¿Algún comentario desagradable?

-Sí, claro, siempre los hay.

-¿A pesar de que mide dos metros?

-Mido exactamente 1,92. Mi hermano pequeño es aún más alto. Fue jugador de básquet del Espanyol… Pepe Collins, ¿se acuerda?

-No. Lo siento.

-Ahora vive en Malabo, donde le han ofrecido dirigir la selección nacional de baloncesto de Guinea Ecuatorial. Además, está intentando recuperar las tierras de mi familia.

-¿Qué pasó?

-Mi padre -y antes mi abuelo y mi bisabuelo- tenían una finca en la que explotaban cacao y maderas tropicales. Pero en 1968, con la independencia y lo de Macías, lo perdimos todo…

-Observo por su expresión que prefiere pasar página.

-Sí, mejor. Xavier Muntaner hizo un documental que explica muy bien lo que sucedió en Guinea… Después, cuando pasó lo peor, mi padre trabajó en Cacaolat.

-Cuénteme cómo acabó de barman.

-Todo el dinero que venía de Guinea dejó de llegar, y tuve que dejar los estudios para ayudar en casa, a mi madre y a mis hermanos. Me habría gustado hacer algo de bellas artes, pero luego ya fue tarde. Conseguí mi primer trabajo en el Hotel Ritz. ¡Fui el primer barman negro de Barcelona!

-¿Y luego?

-El Nick Havana, el Gimlet, el Snooker… Pepe Rubianes, cuando salía del teatro, venía a refugiarse aquí al Blue Moon, en el Hotel Rivoli. También Francisco Casavella, cada vez que sacaba nueva novela, se acercaba a traerme un ejemplar. Tengo buena clientela entre la gente de la cultura, y a menudo organizamos movidas para ayudar a los necesitados.

-Detrás de la barra, uno debe de enterarse de muchas cosas.

-Sí, pero el barman sabe sobre todo cuándo callar. Si la gente está sola, acaba confesándote sus secretos. A veces nos toca hacer de psicólogos.

-¿Canta? Tiene usted una profunda voz de bajo.

-Será la cerveza… No, no canto. Toco un poco el piano y me apasiona la música, sobre todo el jazz. En una ocasión me propusieron hacer de conductor en un programa de radio, pero no cuajó. Todo lo que sé de jazz me lo han enseñado mis amigos.

-¿Quiénes?

-Mingus B. Formentor, Jordi Turtós, Jordi Beltran… Críticos musicales que toda la vida me han hecho escuchar cosas.

-Recomiende algo para una tarde de calor.

-Billie Holiday. Lo que sea.

-¿Un sueño?

-Regresar algún día a Guinea.