La economía del efecto trinquete

Jean Tirole, premio Nobel de Economía del 2014, pronunció la lección inaugural del curso 2006-2007 de la UPF el 16 de octubre del 2006.

Jean Tirole, premio Nobel de Economía del 2014, pronunció la lección inaugural del curso 2006-2007 de la UPF el 16 de octubre del 2006.

JOSEP-MARIA URETA

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Cuando en octubre del 2014 el Banco de Suecia concedió su galardón de Economía, en homenaje a Alfred Nobel, a Jean Tirole hubo dos reacciones de sorpresa. Primera, que no se premiara a un norteamericano, sea de origen o asimilado. Y segunda, por infrecuente, que hubiera unanimidad en la alta valoración de los trabajos del premiado.

Podría añadirse que, además,  Tirole (Troyes, 1953) no ejerce ni en Massachussets ni en California sino en la Escuela de Economía de Toulouse (Harvard-sur-Garonne para los chovinistas), fundada en honor de su maestro Jean-Jacques Laffont, y en la que ejerce al 100% docencia e investigación. Al poco de conocerse su elección, dos investigadores que habían tratado a Tirole, coincidían: para Xavier Vives (IESE) es “admirable la cantidad de áreas que domina y su meticulosidad”; según Xavier Freixas (UPF) “sus fórmulas son tan completas y rigurosas que todo el mundo académico las entiende y comparte”.

¿Es posible que a un ingeniero, matemático (Universidad de París)  y economista (Instituto Tecnológico de Massachussets, MIT) además se le entienda? Sí, si se lo propone. Es lo que hizo a partir del galardón sueco a instancias de sus vecinos y conocidos, escribir La economía del bien común (Taurus). Son 577 páginas rebosantes de rigor, accesibilidad de conceptos y, sobre todo, originalidad frente a los tópicos.

Como lleva semanas hablando del libro (la más cercana, en las Jornadas del Cercle en Sitges el mes pasado), ya se conocen de sobra algunos de sus postulados más repetidos, que el Estado y los mercados no se excluyen sino que se complementan y que en materia laboral hay que proteger al trabajador, no los puestos de trabajo. Y hay otra constante a destacar del nobel francés: rompe la racha abrumadora de escuelas anglosajonas, por no decir directamente made in USA, que han dominado la influencia académica en políticos y empresarios.

Tirole tampoco es un rebelde, utiliza los mismos modelos y métodos de análisis –muchos perfeccionados por el mismo mediante 180 artículos científicos- que sus colegas de todo el mundo, pero establece conclusiones distintas. Esta es otra de sus muchas aportaciones: “La economía es la ciencia de los medios y las soluciones, no de los objetivos”. Tirole, en cualquiera de los 17 capítulos del libro (pueden leerse sin orden) deja claro que hay más de una solución, que la elegida tendrá sus defectos y, muy probablemente, será superada en pocos años.

¿Y a empezar otra vez? No. Esa es otra grandeza. Tirole es el tercer francés que recibe un nobel de Economía. Son antecesores Gerard Debréu, premiado en 1983 y que ejerció siempre en EEUU (donde se nacionalizó) y Maurice Allais, premiado en 1988 pese a ser maestro de Debréu. Ambos mejoraron los modelos de equilibrio económico competitivo, el eje de investigaciones desde mediados del siglo pasado. Y en el caso de Allais, que se definía liberal socialista, fue además un brillante predictor de las futuras crisis monetarias y financieras que estallaron cíclicamente a partir de 1987.

Tirole recupera en uno de los capítulos del libro una imagen muy sugerente, el efecto trinquete, en alusión a la rueda dentada,  sujeta a un eje, que solo gira en una dirección y que, al detenerse, un trinquete (lengüeta o garfio) la bloquea para que no pueda retroceder (habitual en relojería). En economía se dice que cualquier nueva aportación no parte de cero sino de los postulados ya conocidos. La economía del bien común es el gran encaje que aporta Tirole a sus lectores sean o no economistas: la actualización de modelos y teorías en investigación económica… y sus aplicaciones.

Cómo toman decisiones los individuos, sean consumidores,  empresarios o colectivos sociales, pero también gobiernos y políticos,  y qué influencia ejerce la información insuficiente o su sesgo, son los dos parámetros en los que se mueve hoy la ciencia económica. La abundante doctrina usa de manera abrumadora la referencia al modelo de EEUU, como si fuera el más deseable cuando no el único.

Pero claro, Tirole es francés. Indiscutido pero buen  francés y todo cuanto explica tiene presente el país en el que vive con aciertos y errores, tanto de administraciones como de  particulares. Y en no pocos pasajes del libro, donde el autor escribe Francia el lector puede poner España y verá cuán lejos o cerca están nuestros gobernantes, empresarios o sindicatos del modelo ideal –entendido como mejorable- que propone Tirole.

Toda situación tiene vuelta de tuerca. Es deseable que el trinquete lo manejen sabios como Tirole.