OPINIÓN
La economía colaborativa no colabora
Las nuevas plataformas digitales amenazan la tradicional relación empresa-trabajador
Juan Francisco Jiménez
Director del máster en Comunicació Digital i Noves Tecnologies de la Universitat Abat Oliba CEU (UAO CEU).
JULAN FRANCISCO JIMÉNEZ
Uber, Cabify, Airbnb, Amazon, Deliveroo o Glovo son algunas de las nuevas empresas ligadas a la digitalización y la economía colaborativa. Un sector emergente, que, tras el aura democratizadora que proyecta internet, esconde una realidad compleja que desafía el sistema laboral moderno.
Son empresas de reparto sin repartidores, de venta sin tiendas, de transporte sin automóviles y de hoteles sin habitaciones. Focalizan su negocio en erigirse en la plataforma que conecta oferta con demanda y cobrar una comisión por ello. El problema que están presentando estos negocios disruptivos es que se sitúan en el limbo regulador y sus sedes, a menudo en el extranjero, dislocan una fiscalidad a la que no tienen que responder. Operan en mercados, pero no tributan en sus economías. Al mismo tiempo, estos servicios compiten con las tradicionales estructuras empresariales que sí rinden cuentas al fisco. Lo que hay de fondo es una discusión sobre la competencia injusta en el marco de las regulaciones. Es por eso que el sector del taxi protagonizó paros para denunciar a su competidor Uber, lo mismo sucede con los riders de Deliberoo, en huelga por su precaria situación, y es esperable que se sumen otros colectivos.
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La situación pone en riesgo la sociedad del bienestar tal y como la conocemos. Un sistema que nace de la Primera Revolución Industrial. A principios del siglo XIX, el abandono de la estructura agraria y la incorporación del mundo rural a las fábricas cambió la relación de poderes y otorgó a los empleadores poder y estatus, era la nueva burguesía, que ofrecía sueldos que solo ellos determinaban. Nacieron entonces los sindicatos y las reivindicaciones obreras que consiguieron la jornada laboral de ocho horas, el descanso dominical y la prohibición de emplear niños. A finales del siglo XIX y principios del XX, una segunda oleada de protestas propició el sistema de bienestar. Se consiguieron logros como el seguro de enfermedad (embrión de la Seguridad Social); la pensión de jubilación, que empezó en la Alemania de Bismarck; y la introducción del seguro del paro.
Este sistema se basa en el principio del establecimiento de la relación entre los trabajadores y la empresa por un vínculo contractual y la regulación del trabajo. Este se regula porque no puede responder solo a un criterio de oferta y demanda ya que el producto son personas. Sin embargo, la nueva economía colaborativa rompe ese principio y se basa exclusivamente en unir oferta con demanda. Estas nuevas plataformas ligadas a lo digital, y que se presentan bajo un envoltorio beneficioso, destruyen los dos fundamentos del trabajo asalariado y devuelve a una parte del trabajo a la situación previa al movimiento obrero y sindical. Lo cierto es que estas plataformas también están demostrando que los sistemas que piensan sobre las oportunidades que ofrece la tecnología digital son más efectivos. El reto es mayúsculo, aprovechar esas oportunidades sin quebrar los derechos laborales.
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