tú y yo somos tres

Eco televisivo de la tragedia

Ferran Monegal

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Un punto clave en la información televisiva de la catástrofe aérea fue la llegada de los familiares al aeropuerto de Barcelona. ¡Ah! Ese colosal despliegue de efectivos de todas las cadenas en busca de las familias que iban llegando, destrozadas, a mí me hizo temer lo peor. Temí los arañazos de las cámaras sobre estas personas rotas. Temí la búsqueda del dolor para transformarlo en espectáculo. Temí que la información televisiva, una vez más, derivase en aquelarre depredador, posándose sobre estos familiares con el único objeto de dar un repunte sensacionalista y morboso a costa del calvario ajeno. Debo decir en honor a la verdad que mis temores no se cumplieron. En general, el seguimiento de las cámaras a las familias que llegaban envueltas en lágrimas y aflicción, fue respetuoso. También es verdad que estos familiares pasaron rápidos, sin detenerse. Cuando uno acaba de ser golpeado de forma tan cruel no es la tele lo que busca, precisamente. Pasaron fugaces, envueltos en su aflicción, y salieron con igual celeridad y todavía más dolor, muchos de ellos camino del hotel Rey Don Jaime de Castelldefels, donde pernoctaron. Un hotel -ahora me viene a la cabeza- que en abril de 1972 fue también noticia, muy a su pesar, porque allí se suicidó el actor George Sanders.

Una de las cadenas que actuó con más celeridad fue Antena 3 TV. La noche del mismo martes preparó rápidamente un programa especial conducido por Lourdes Maldonado y Alfonso Egea. Tuvieron la virtud de invitar a su mesa a profesionales del mundo de la aviación. Apenas había tertulianos, esas criaturas tan habituales que salen continuamente a hablar de lo que sea. Eso fue una suerte, una decisión del programa que, como espectador, agradezco. Al menos, la mayoría de los que hablaron, aunque todo eran hipótesis y especulaciones, sabían del tema.

En Las mañanas de Cuatro de ayer, pocos minutos después de que se supiera que fue el copiloto Andreas Lubitz quien causó la tragedia, Jesús Cintora entrevistó a Pilar Vera, esa valerosa mujer que es presidenta de las víctimas de aquel otro trágico vuelo, el JK5022 de Spanair. Tuvo palabras durísimas, alertando de la situación de muchos pilotos que se encuentran trabajando «como autónomos o falsos autónomos». Y añadió: «Volar de Barcelona a Düsseldorf no puede costar 40 euros, que es lo mismo que cuesta un taxi de Barcelona al aeropuerto». Tiene una gran parte de razón.