La rueda

Dukan o el camello de las dietas

NAJAT EL HACHMI

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Después de años de triunfar con su dieta y de meterse en las vidas y los platos de millones de personas, finalmente Pierre Dukan ha sido expulsado del colegio de médicos francés por poner sus intereses económicos por delante de la salud de sus pacientes y seguidores. Esto no lo detendrá, por supuesto, con todo lo que ha ganado en este tiempo no necesita ni de lejos que ninguna institución lo reconozca. No en vano él es un luchador contra la grasa, el colesterol y la obesidad, no tiene nada que ver que en su camino de lucha se vaya enriqueciendo de manera obscena. Pero lo más triste de esto, lo más preocupante, es que Dukan no es más que la punta del iceberg de una industria descomunal que aprovecha esta obsesión colectiva por el peso, y la alimenta, la agrava, la transforma en trastornos más graves y de difícil solución.

El negocio de las dietas es perfecto. Si funciona es gracias al prescriptor, que con el boca a oreja se cubre de gloria y ve aumentar exponencialmente sus ingresos; si no funciona es culpa tuya, porque no has logrado ser suficientemente perseverante, porque has comido una hoja de lechuga de más y has desequilibrado todo el proceso. Como la culpa puede ser infinita y no hay perdón, la dieta también lo acaba siendo. Pero es que hablamos de un producto más rentable que la cocaína, por la adicción que crea, por el poco control que de él tienen los consumidores, porque para que sea eficaz cada vez hay que hacer más y porque jamás de los jamases diremos que nuestro camello es el responsable. Las autoridades sanitarias deberían ser más rápidas a la hora de combatir la propagación de este tipo de virus: que no se publiciten nunca, que solo los médicos puedan prescribir planes de adelgazamiento. Que se pare este delirio colectivo, y si puede ser, antes de la inminente operación biquini.