El día después
La convocatoria de elecciones por parte de Rajoy persigue evitar el fracaso que supondría intentar gobernar Catalunya desde los ministerios a golpe de decreto y bajo medidas coercitivas
No hay nada más cotidiano, imprescindible y, a menudo desagradable, que tomar decisiones difíciles en entornos de presión. El proceso por el cual se llega a ellas puede ser racional, emocional o una mezcla de ambas bajo la influencia de factores sociales y cognitivos. Pero de una manera u otra, sostener la decisión el día después es igual o más difícil que adoptarla, igual que enmendar los errores. El 27 de octubre del 2017 pasará a la historia por decisiones que tendrán consecuencias. Carles Puigdemont llevó al Parlament la declaración unilateral de independencia (DUI) de Catalunya tras muchos días de dudas y ambigüedades y tras rechazar el jueves la salida de convocar elecciones propuesta por el lehendakari Iñigo Urkullu en el papel de mediador con Moncloa.
En paralelo, Mariano Rajoy llevó al Senado su propuesta de aplicación del artículo 155 de la Constitución para suspender la autonomía de Catalunya. Pero sorprendió con lo que se conoce en cinematografía o en literatura como giro dramático con final sorpresa. Al esperado cese del Govern le añadió la disolución del Parlament y la convocatoria de elecciones en Catalunya el 21 de diciembre.
La DUI y la suspensión de la autonomía son dos decisiones que emanan del gran fracaso de la política como instrumento de pactar, negociar y acordar un marco de convivencia satisfactorio para todas las partes. No porque la independencia no sea un objetivo legítimo político para un territorio de 7,5 millones de habitantes idéntico en población a Suiza. Sino porque un nuevo Estado, para nacer independiente, requiere una negociación política previa que le garantice el acceso a los mercados financieros, la seguridad jurídica, el reconocimiento de la comunidad internacional y del Gobierno español.
De la misma manera, la convocatoria de elecciones por parte de Rajoy persigue evitar el fracaso que supondría intentar gobernar Catalunya desde los ministerios a golpe de decreto y bajo medidas coercitivas así como diluir el impacto de la aplicación del 155 por primera vez en la historia de España. Las dos partes han ido muy lejos en sus decisiones. Y también en sostener sus errores el día después cuando ya se ha perdido toda la coherencia.
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