Las lenguas en una Catalunya independiente

Dudas sobre la doble oficialidad

Los programas electorales de CiU y ERC recogieron las promesas de sus líderes sobre el castellano

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ALBERT BRANCHADELL

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El presidente de ERC,Oriol Junqueras,sentó la doctrina desde estas páginas: «El castellano también será oficial en la República catalana». Aunque no se había aprobado en los órganos internos del partido, la propuesta deJunquerasse coló con todas las letras en el programa electoral de 2012. «El catalán debe ser la lengua nacional, oficial y de uso preferente en la República Catalana. También tienen que ser oficiales el occitano, que bajo el nombre de aranés es la lengua propia del Aran, y el castellano, que es la primera lengua de muchos catalanes». En CiU pasó lo mismo:Artur Masanunció que el castellano sería oficial una vez conseguido el Estado propio, y el programa electoral de la federación nacionalista incluyó la cuestión sin ambages: «El castellano es lengua de parte de la población catalana y lo continuará siendo. El castellano tendrá carácter de lengua cooficial».

Que el castellano siga siendo oficial en un Estado catalán independiente está en perfecta sintonía con la opinión pública de Catalunya. En todas las encuestas publicadas antes y después de queJunqueras oMas dijeran lo que dijeron la gran mayoría se muestra de acuerdo con la idea; en todo caso, se matiza que el catalán debe seguir siendo la lengua oficial preferente (es decir, como hasta ahora, diga lo que diga el Tribunal Constitucional). Sin embargo, después de queJunquerasoMasdijeran lo que dijeron en el campo soberanista se vienen repitiendo muestras de disidencia. No hace mucho, una líder tan influyente comoMuriel Casals,decía que «dos idiomas oficiales en un mismo país es un poco extraño. Yo no reclamaría la cooficialidad del castellano». (Sin duda,Casalsno calibró bien la sentencia: por la misma regla de tres, los soberanistas tampoco deberían reclamar la cooficialidad del occitano.) Más recientemente, un expolítico de la talla deJosep-Lluís Carod Rovira flirteaba con el monolingüismo oficial desde las páginas deEl Punt-Avui. (En su etapa de vicepresidente,Carod-Roviraya se significó reclamando que el catalán fuera tan normal «como el italiano en Roma, el francés en París o el español en Madrid».) A estas primeras espadas se une a menudo un coro multiforme de voces que a veces bordean el patetismo, comoJordi Solé Camardons, excandidato de Solidaritat per la Independència, que hace poco proclamaba en un seminario sobreLas lenguas en el nuevo Estadocelebrado en Sabadell que esta idea de dos lenguas oficiales no puede ser en ningún caso. (El representante de la Plataforma per la Llengua se atrevió a decir: «No queremos un país o una sociedad plurilingüe».)

Estas manifestaciones, tomadas en sí mismas, no son preocupantes. Simplemente ilustran las resistencias a abandonar el principio jacobino de «un Estado, una lengua» que algunos sectores del campo soberanista han copiado tan concienzudamente de los nacionalismos español y francés. El peligro es que posiciones de este tipo acaben arrastrando a los líderes políticos y con ello no solamente dañen las posibilidades de éxito del proceso soberanista (que anda muy falto de avales internacionales), sino que terminen abortando elaggiornamentosociolingüístico del soberanismo, que al fin y al cabo es la variante del catalanismo que ha ganado la batalla de las ideas (Durandixit) y va a seguir señoreando el país tanto si hay consulta como si no.

Un indicio real de este peligro es la ponencia política debatida y aprobada por ERC los días 6 y 7 de julio. Para empezar, la palabra «castellà» o «espanyol» (en referencia a la lengua) aparece un total de cero veces en el documento. Y la única oficialidad de la cual se habla es la del catalán en la Unión Europea. (También la del occitano, en la medida que ERC defiende que se convierta en lengua de trabajo de las instituciones europeas).

En el campo convergente no hay indicios de marcha atrás, pero no deja de ser sintomático que el Pla de Govern para 2013-2016, una legislatura que podría alumbrar un Estado propio para Catalunya, tampoco use las palabras «castellà» o «espanyol» y la cuestión de la oficialidad esté totalmente ausente.

El Consell Assessor per a la Transició Nacional todavía no se ha pronunciado sobre el régimen lingüístico de un futuro Estado propio; quizá ese será el momento de zanjar todas las dudas respecto a la sinceridad de lo que prometióJunquerasen estas páginas. Aunque no es posible olvidar que en el Consell hay algún experto que hace pocos años no solo prestaba su apoyo a una campaña en favor de la oficialidad exclusiva del catalán, sino que al hilo de esa campaña era capaz de escribir algo tan indigesto como que «el catalan debe ser el terreno de juego común y en cambio, en casa, uno puede hablar inglés, puede hablar amazigh, colombiano, ecuatoriano, andaluz, murciano... y todo lo que le convenga». Profesor de la Facultad de Traducción

y de Interpretación (UAB).