Dudas que corroen

La crisis entre convergentes y republicanos no estallará antes de las municipales

JOAQUIM Coll

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Un semana después de dar publicidad a un brevísimo acuerdo sobre los objetivos del 27-S, sumamente ambiguo y donde no aparecen las palabras «independencia» o «elecciones plebiscitarias» por ninguna parte, las dudas se han instalado en el campo soberanista y amenazan con corroer las relaciones entre CiU y ERC. A la enigmática pregunta de la republicana Marta Rovira dirigida a Artur Mas, «President, ¿verdad que el proceso sigue adelante?», se sumó la ambigua respuesta de Oriol Junqueras en una entrevista radiofónica declarándose partidario de la duda sistemática, también sobre si habrá elecciones en septiembre. Ayer tuvo que rectificar para no oficializar la crisis, pero el clima de desconfianza mutua crece desde hace semanas. Mas se vio obligado a anunciar con nueve meses de anticipación la fecha de las elecciones solo para evitar una guerra abierta antes de las municipales. La negativa de Junqueras a la lista conjunta, está en el origen de todo. Más que un anuncio consensuado , fue un acuerdo de tregua, forzado por las asociaciones secesionistas, la ANC y Òmnium, que temían enormes tensiones internas y amenazaban con revolverse contra los partidos.

La crisis no estallará antes de las municipales. Ambos saben que podrían ser castigados por un electorado atónito ante la deriva de un proceso cada día más cansino. En junio será la hora de la verdad. Ahora parece difícil que Mas se desdiga de su promesa de elecciones anticipadas, pero puede encontrar tres buenas razones para echarse atrás. El desacuerdo dentro del bloque soberanista sobre el carácter plebiscitario del 27-S y la imposibilidad de acordar una hoja de ruta para el día después. El tercer argumento salta a la vista: Catalunya camina hacia la ingobernabilidad. No es lo mismo hacerlo en solitario con el apoyo de ERC, que mano a mano con los de Junqueras y dependiendo de una fuerza antisistema como la CUP. Sin el horizonte de un Govern estable, es una locura. Cada día más gente en CiU piensa así. El único obstáculo es la palabra dada por Mas a la ANC, pero tiene una escapatoria: explicar que el objetivo inicial del 27-S ya no es posible y que, además, el resultado puede debilitar el objetivo de la independencia. Este anuncio solo puede ir acompañado de otro: del de su marcha tras el final de la legislatura, en noviembre de 2016, nombrando de inmediato a un conseller en cap (¿Santi Vila?) para preparar la sucesión. Puede prorrogar tranquilamente el presupuesto del año próximo y dedicar ese tiempo a explicar que «nunca Catalunya había ido tan lejos». Que él ha sido el president de la consulta, que no falló a su palabra y la culpa es de los que no quisieron la lista única. Todos negaran la verosimilitud de un plan así, pero hay dudas que corroen.