Editorial

El drama de las desapariciones

Estos casos requieren un especial tratamiento social para evitar el espectáculo y respetar la intimidad de los afectados

Los padres de Cristina Bergua, el jueves pasado en su casa de Cornellà.

Los padres de Cristina Bergua, el jueves pasado en su casa de Cornellà.

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Los casos de personas desaparecidas se resuelven, la mayoría de las veces, a las pocas horas o tras pocos días. Un porcentaje numéricamente menor, pero con una amplia repercusión pública, se debe a casos criminales con un desenlace trágico. Y luego está un 0,7% que no tiene respuesta, unas 100 personas al año que desaparecen sin dejar rastro. Nos encontramos no solo ante un problema social sino, sobre todo, ante la inquietud y el desasosiego de familias que no logran solucionar un enigma que se agranda con el tiempo y que demanda actuaciones policiales y solidaridad. Están los que quisieron irse sin más, los que no quieren o no saben volver y los que no pueden, por muy diversas circunstancias. Y, de manera especial, nos enfrentamos a dramas íntimos de quienes no hallan respuestas.

En el caso de las desapariciones que tienen su origen en acciones criminales se constata, además, la insistente presión de los medios de comunicación que puede llegar a extremos delirantes que hurgan en una herida ya de por sí lacerante. Y después, el silencio. Pero el asunto tiene muchas ramificaciones. Desde los ancianos o enfermos de alzhéimer que pierden el sentido de la orientación hasta menores de edad que, en circunstancias diversas -por el entorno familiar o por fugarse de un centro- deciden escapar, pasando, claro, por quien ejerce, siendo adulto, el derecho a huir.

Lo cierto es que estamos ante un asunto extremadamente delicado que requiere, por parte de los medios de comunicación  un trato digno, alejado del amarillismo y el espectáculo, y respetuoso con la intimidad. Debe informarse, por supuesto, pero sin sobrepasar la frontera de la dignidad de las personas, alejándose de la morbosidad. Más allá de los casos con más seguimiento informativo o con resolución inmediata -tanto si se trata de un final feliz como no-, se abre un zanja profunda de silencio y desolación en aquellos para quienes pasan los años y siguen sin saber nada de los seres queridos.

Asociaciones como Inter-SOS intentan luchar en esta batalla contra el olvido, y actuaciones de la Administración como la Oficina de Atención a los Familiares de Personas Desaparecidas, de los Mossos d'Esquadra, son necesarias para ayudar a que, por mínima que sea, se mantenga la esperanza de la recuperación y el retorno al hogar.