Editoriales

Drama en el Canal de la Mancha

La UE sigue sin dar una respuesta común y digna a las miles de personas que huyen del hambre y las guerras

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El pasado mes de mayo, David Cameron presentaba una batería de medidas legislativas para, en sus propias palabras, «hacer del Reino Unido un país menos atractivo» para la inmigración ilegal. Sin las cortapisas que le imponía su socio de coalición en la anterior legislatura, el primer ministro británico se siente con fuerza suficiente para limitar la llegada de emigrantes y refugiados y de paso segarle la hierba bajo los pies a fuerzas xenófobas como el UKIP de Nigel Farage. Sin embargo, la realidad es muy tozuda y se impone. Los miles y miles de personas que esperan su oportunidad en la costa francesa, normalmente en condiciones infrahumanas, para cruzar el Canal de la Mancha a través del Eurotunel pese a los graves riesgos que comporta, no conocen de medidas legislativas ni de rivalidades políticas. Su objetivo es el de alcanzar el otro lado del canal y buscarse la vida, una vida que por muy mala que sea, y sin duda lo será, siempre ofrecerá más expectativas que lo que han dejado atrás, que acostumbra a ser la guerra.

La muerte de una de estas personas en el Eurotunel, la novena en el mismo lugar y la mismas circunstancias en dos meses, nos recuerda que el drama de la inmigración no solo se produce en puestos como Lampedusa, las islas griegas del Dodecaneso, la frontera entre Hungría y Serbia o en Ceuta y Melilla. El aumento de la inmigración hacia los países europeos producida por las guerras o por la supervivencia económica es un fenómeno que necesita la adopción de unas políticas comunes capaces de dar una respuesta digna a estos miles y miles de refugiados. Sin embargo, la Unión Europea sigue empeñada en no afrontar la realidad y en tomar medidas mínimas y provisionales que antes de ser puestas en práctica ya han quedado desfasadas por una realidad que avanza a otra velocidad.

Este último caso registrado en el Canal de la Mancha tiene además la capacidad de crear una grave crisis diplomática entre el Reino Unido y Francia, una crisis aprovechada por xenófobos de ambos lados del canal. Francia considera que está haciendo de policía al Reino Unido mientras que en Londres se piensa que París no hace lo bastante para detener el flujo. Lo que ni unos ni otros parecen darse cuenta es de que estos flujos no se van a detener, que a más policías, más vallas y más barreras se abrirán más rutas.