Los jueves, economía

Draghi no tiene la solución

Lo que España necesita no es más liquidez del BCE, porque el problema está en la economía real

Mario Draghi entrando en una reunión en Fráncfort el año pasado.

Mario Draghi entrando en una reunión en Fráncfort el año pasado.

ANTONIO ARGANDOÑA

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Todos esperamos anhelantes la nueva expansión monetaria anunciada por el gobernador del Banco Central Europeo (BCE) para diciembre. Bienvenida sea. Draghi está haciendo todo lo que puede, de modo que no le puedan acusar de provocar una nueva crisis por falta de decisión. Pero lo que necesitan España y Europa no es más liquidez del BCE. ¿Por qué?

El problema está en la economía real, y todavía no se ha inventado el método para que las máquinas se muevan con billetes de banco. Nuestra capacidad de crecimiento es limitada. El crecimiento de la productividad es bajo, incluso después de haber despedido a muchos empleados. Seguimos sin salir del modelo tradicional: el turismo ha sido el motor económico de este verano, y hay alegría generalizada por la recuperación de la construcción, sectores ambos de baja productividad. Esto creará empleos pero, con productividad baja, los salarios serán también bajos. Se podrá, claro, redistribuir la renta, pero no aumentar el producto, el tamaño de la tarta.

Otro factor importante es que muchas familias, empresas, bancos y gobiernos están muy endeudados. Esto se va corrigiendo poco a poco, pero es un freno a la capacidad de gasto y, sobre todo, a la sostenibilidad económica de todos esos actores, o sea, de toda la economía. Está también la inversión, no la financiera, sino la de verdad, la de máquinas, fábricas, ordenadores y activos productivos, sobre todo en nuevas tecnologías, esto es, en negocios innovadores: no está creciendo como debiera, después del acelerón de la recuperación de hace un par de años. ¿Por qué? ¿Porque las empresas no tienen crédito? ¿O quizá porque ven un riesgo alto? ¿Serán competitivas nuestras empresas cuando los tipos de interés vuelvan a sus niveles de antes de la crisis?

Y está el mercado de trabajo. Sospecho que las empresas tampoco están satisfechas con su estado actual: ¿se dará marcha atrás a las reformas? ¿Qué hacen nuestros sindicatos (por cierto: ¿alguien sabe dónde se han metido a lo largo de esta larga crisis?) Hay mano de obra disponible y barata, pero, ¿con las cualificaciones adecuadas para cambiar el modelo productivo?

Y los bancos: demasiado endeudados, con una morosidad alta, pero decreciente. Demasiado pendientes de la financiación del BCE, pero poco incentivados a conceder crédito. ¿Porque no quieren? No: porque no pueden (con algunas excepciones). Vuelvo a la pregunta que hacía más arriba: ¿se arregla todo esto con más crédito? Bueno, si es barato, no hace mucho daño (aunque adormila). Pero no es la medicina adecuada. Y esto me lleva, otra vez, al BCE, que viene practicando expansiones continuas y multimillonarias de liquidez que, en teoría, tendrían que haber puesto ya a la economía de la zona euro en una vía de crecimiento elevado y sostenido.

EL PIB PIERDE FUELLE

Pero esa política, el 'quantitative easing', está muy lejos de haber tenido éxito. El objetivo era elevar la tasa de inflación hasta cerca del 2% anual, pero no lo ha conseguido, ni de lejos. El PIB europeo sigue creciendo a tasas pobres; algo más en España, pero perdiendo fuelle. Se ha reducido la prima de riesgo española, pero esto no se ha traducido en una expansión del crédito -y, como he explicado antes, no es por falta de liquidez. Por cierto, aunque el BCE presta a tipos próximos al 0%, los tipos que pagan las familias y empresas son más altos, lo que muestra la valoración del riesgo que los bancos hacen cuando les prestan.

¡Qué desastre!, me dirá el lector. Bueno, no hay para tanto. Las economías necesitan tiempo, años, para adaptarse a los cambios. El exceso de deuda se reduce poco a poco, y cada pasito contribuye a la recuperación de la normalidad. Los agujeros de las cajas de ahorros se cubrieron hace unos años con fondos europeos, pero queda aún mucho que hacer hasta concluir la transición bancaria. El modelo económico, que todos esperamos ver cambiado, no se improvisa: hace falta nueva tecnología, nuevos equipos, abrir nuevos mercados, cualificar al personal, asumir riesgos…: años, si no décadas.

Entre tanto podemos crecer como lo hemos hecho este año: aprovechando el viento de cola de la abundancia de liquidez y de los bajos precios de las primeras materias y el petróleo, a base de ahorrar poco y gastar al límite, aprovechando también las facilidades fiscales que da un año de elecciones… La política del BCE ayuda a conseguir todo esto, pero no será capaz de aumentar nuestro crecimiento potencial que, según el FMI, bajará hasta el 1,8% anual a finales de esta década. Pero si queremos crecer más -y lo necesitamos para atender nuestro estado del bienestar y nuestro empleo-, hacen falta más reformas. Y menos promesas populistas.