Dos sabios baleares

RAMÓN
De España

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El dibujante de cómics mallorquín Pere Joan es un hombre dotado de un sentido del humor a prueba de balas y, a la vez, uno de los tipos más metafísicos que conozco. Llevamos desde 1982, cuando coincidimos en la revista Cairo, compartiendo conversaciones profundas y gansadas descomunales a partes alícuotas. Cuando se puso de moda el término metrosexualPere se declaraba petrosexual. Cuando le operaron de la próstata, empezó a autodenominarse Pedro, el apróstata. Cuando vivió en la céntrica calle Brondo de Palma, él aseguraba residir en Intxaubrondo. Se convirtió en uno de mis contertulios filosófico-humorísticos preferidos.

Hace unos días presentó en Barcelona su último libro, Viaje a Cotiledonia, adaptación del texto homónimo publicado en 1965 por Cristóbal Serra (Palma, 1922-2012), autor que fue toda su vida uno de los secretos mejor guardados de las letras españolas. Nunca conoció el éxito comercial, creo que ni siquiera lo buscó. Ha pasado a la Historia como un extraño sabio que se ganaba la vida dando clases mientras iba acumulando obras de las que pasaba olímpicamente todo el planeta. Varios amigos mallorquines lo visitaban en su casa, cuando ya era muy mayor, y siempre salían de allí con algún concepto nuevo e interesante. Que Pere haya acabado ilustrando a Serra no es tanto una serendipia como una prueba de que la lógica impera a veces.

Como maestro del costumbrismo irónico y metafísico -ahí están álbumes como Pasajero en tránsito El hombre que se comió a sí mismo-, Pere Joan ha encontrado un perfecto compañero de viaje en el difunto señor Serra, sobre todo porque el periplo se lleva a cabo por un país imaginario en el que conviven lo poético y lo prosaico, lo lírico y lo vulgar, el humor y la melancolía. Cotiledonia, por otra parte, recuerda ligeramente a España y más poderosamente a Mallorca, por lo que enseguida se familiariza uno con ella, para bien y para mal. A ver si este libro tan peculiar como sus autores logra, al menos, reunir a los lectores de ambos. El viaje vale la pena.