El panorama político español

Dos partidos compartiendo prisión

La deriva derechista del PP y la desorientación del PSOE apuntan hacia un cambio posible y deseable

JESÚS LÓPEZ-MEDEL

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Las decisiones políticas pueden responder a múltiples causas. Una de ellas, y acaso la más genuina, es un pensamiento ideológico, de modo tal que normalmente se extiende o aplica coherentemente a otras medidas. Los derechos fundamentales suelen clasificarse en los políticos y los de carácter social. Sobre estos últimos es muy notorio que en los últimos años ha habido recortes muy importantes, con un enorme impacto tanto en la clase media como, sobre todo, en los más vulnerables, con un agrandamiento de la brecha de desigualdad social. Sobre los derechos de carácter político, la actuación de este Gobierno ha sido coherente, y su sustrato ha tenido reflejo en varias decisiones legislativas (las ejecutivas van en el mismo sentido). Centrémonos en una, la más inmediata, la prisión permanente revisable, que debe ponerse en conexión con el sustrato que comparte con otras decisiones.

Las muy regresivas limitaciones del derecho de manifestación convierten lo aprobado en lo que acertadamente la oposición califica de forma unánime como ley mordaza. Se penalizan con rigor la disidencia, la protesta y las manifestaciones contra el poder. No ha habido hechos o incidentes peligrosos que justifiquen esas severas restricciones, salvo el sustrato ideológico de quienes las promueven.

Otro tanto puede decirse de la legalización de las devoluciones en caliente de extranjeros que acceden a territorio o aguas españolas (acuérdense de los lamentables hechos de Ceuta de hace un año). En este caso, como en el anterior, se vulneran principios constitucionales, pero también, y de modo flagrante, normas internacionales. Desde la Unión Europa y otras instituciones esto ha sido criticado con dureza, pero el Ejecutivo español no hace caso (solo lo hace a las órdenes de recortes provenientes de Bruselas). El derecho humanitario, que es imperativo, salta por los aires. Como el Convenio de Derechos Humanos de Roma.

Otra medida que iba a adoptar y que a última hora ha tenido que retirar por las advertencias rotundas de inconstitucionalidad por parte del Poder Judicial y la Fiscalía era la posibilidad de que la policía realizase grabaciones de conversaciones sin la previa autorización judicial. ¡Absolutamente disparatado! Pero afortunadamente se ha parado.

Pero la última medida, aprobada ayer por el Congreso, es la introducción de lo que denominan prisión permanente revisable. Una vez más, utilizan eufemismos porque lo de permanente significa perpetua. Hay muchas razones que muestran la inconstitucionalidad de la medida en lo que se refiere a la dignidad de las personas, la prohibición de tratos degradantes y la finalidad del castigo penal, que según la Constitución es la reorientación y reinserción social.

Me preocupa -aunque es su sustrato ideológico- que el titular de Interior saque pecho al considerar a España campeona de la represión. Pero me preocupa mucho que un partido antes socialdemócrata y ahora desnaturalizado y solo aparato de poder se preste a apoyar esto. Hay que recordar que esta medida ya estaba prevista en el proyecto de ley de reforma del Código Penal y que el atentado de París ha dado alas a quienes, como siempre, aprovechan cualquier situación de inseguridad para generalizar el miedo e introducir sus medidas regresivas. El argumento de la seguridad todo lo justifica para introducir recortes en las libertades.

Pues bien, tras París (los atentados en otros lugares lejanos no les afectan) aprovecharon para inventarse un abrazo del oso (un pacto de Estado) con el líder de la actual oposición, cuya capacidad para besar a Rajoy o criticarle tres minutos antes o después es muy desconcertante. La firma de ese pacto, aunque quiere transmitir sentido de Estado, lo único que refleja es una absoluta inconsistencia ideológica del PSOE, afán de protagonismo (cualquier día vuelve a Sálvame) y una actitud de compadreo entre PP y PSOE, ante lo que el hartazgo es inmenso. Todo eso son más votos para Podemos, ¿no se dan cuenta?

En el pacto antiyihadista (además, bastante inútil) han metido esa medida, pero resultaba alucinante la feroz crítica, diez minutos después de firmarlo, del portavoz socialista a lo acordado, su idea de derogar lo suscrito e impugnarlo y su insistencia en que no firmarán ningún acuerdo más con el PP porque les aleja un mundo, decía. Al mismo tiempo, en otro lugar, el líder se manifestaba abierto a más acuerdos. Todo esperpéntico.

La deriva de un Gobierno ya muy alejado del centrismo y situado en la derecha más contundente y, por otro lado, la absoluta desorientación (hace años ya) de un partido antaño progresista que ahora está muy lejos de sus esencias y muy perdido nos apunta un panorama en el que muchos estarán muy lejos de la idea de que más vale lo malo conocido que las incertidumbres por conocer. El cambio es posible y deseable.