¿Dónde vas Europa?

"Si no hay proyecto común, no hay solidaridad ni cohesión"

MARIA BADIA

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Los que durante años hemos estado inmersos en los avatares europeos e internacionales y que, además, somos europeos convencidos, somos conscientes de que la construcción de la Unión Europea ha sido y es una fórmula extraordinaria que ha sabido conjugar la diversidad con la unión y que ha demostrado una gran dosis de inteligencia y de generosidad por parte de todos aquellos y aquellas que lo han hecho posible; desde los padres fundadores --no hubieron madres conocidas--, hasta todos los ciudadanos y ciudadanas que han visto la UE como una manera de vivir para todos y cada uno de nosotros con más igualdad, más cohesionados, sin perder ni un milímetro de nuestra propia identidad. Esta visión y práctica ha tenido como resultado los mejores años de la historia económica, política y social del Viejo Continente.

Pero hoy, vemos como, día a día, a golpe de eurobarómetro, crece la desilusión y la desconfianza hacia la UE, como sus valores se muestran opacos y como aquella inteligencia del WIN-WIN, en la que todo el mundo salía ganando, está desapareciendo y conduce a una visión egocéntrica y egoísta y a una práctica nacional del corto plazo.

Entendemos la crisis, las crisis. Creemos que hacen falta medidas de austeridad pero vemos desesperanzados como una y otra medida dictadas desde el Consejo de Ministros encaminan los países hacia mayores dificultades de las que tenían al inicio de la crisis y hacia una pérdida de capacidad para crear, justamente, riqueza y ocupación. Vemos el enfermo debilitado y que la medicación está descompensada con riesgo de acabar con su propia vida.

El último fin de semana hemos observado indignados cómo se dictaban medidas por el Consejo, el Banco Central, la Comisión Europea, el Eurogrupo y el FMI para rescatar Chipre. Indignados porque son injustas, pero también porque aumentan las incertidumbres al hacer tambalear las garantías en los depósitos y ponen en riesgo la confianza de los ciudadanos y ciudadanas al dejar sus ahorros en los bancos. De paso, aumenta día a día la nómina de aquellos quien ven la UE como un problema más que como la solución.

Hace meses que asistimos a unas medidas destinadas a salvar las entidades financieras, en detrimento de los ciudadanos y de las pequeñas y medianas empresas. Asistimos a una entrega de la UE y de la mayoría de los gobiernos europeos --el Consejo-- al gran capital.

Que los bancos chipriotas son depositarios de dinero poco limpio es conocido ahora y también cuando Chipre entró a formar parte de la UE. Que al parecer el Gobierno conservador chipriota no estaba dispuesto a permitir que Chipre dejara de ser un lugar atractivo por el capital extranjero, también lo sabíamos. Pero ¿cómo es posible que se aceptara por parte de la UE gravar los depósitos por debajo de los 100.000 euros?

¿Es que nadie veía el riesgo que una medida así comporta? La explicación recae solo en las elecciones de Alemania del mes de septiembre y en que, parece ser, el electorado de este país solo puede entender el rescate con medidas que lleven el país a la miseria.

Los hechos de Chipre no son una anécdota. Si el nacionalismo de los países --sobre todo de los más poderosos-- es el que marca el paso de la construcción europea, ¡pobre Europa!

Tenemos una respuesta a la pregunta sobre el ¿qué queremos hacer juntos? No lo parece. Si no hay proyecto común, no hay solidaridad ni cohesión. Solo queda la miopía de unos líderes que tendrán que dar explicaciones de porqué dejaron de creer en Europa y derrocharon todo el capital que sus predecesores les legaron.