¿Dónde está el norte?

Xavi y Bergara disputan el balón.

Xavi y Bergara disputan el balón.

MARTÍ PERARNAU

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El año 2014 fue horrible para el Barça, en algunos casos por infortunio, en otros muchos por incompetencia. El 2015 puede ser peor, sencillamente porque la excelencia salió por la puerta y lo que se ha colado por la ventana no supera de momento la categoría de sucedáneo. El juego del Barça es un sucedáneo, un muñeco de cera.

Por producirse en el momento más inoportuno, la derrota en Anoeta adquiere una dimensión mayor, pero la problemática del equipo es muy superior a esta derrota puntual, a una alineación polémica, a unas vacaciones prolongadas o a varias declaraciones simplonas. El problema reside en el juego y no en el resultado. Los mejoresBarça recientes también perdieron en Anoeta, y  Real Madrid y Atlético  de Madrid lo han hecho esta misma temporada. Así que no es la derrota lo que azota al aficionado azulgrana, sino la impotencia.

Su equipo es hoy en día un equipo con poco fútbol y mucha impotencia, un equipo que mira a Messi como única salida al laberinto, pero que al mismo tiempo ha perdido la habilidad para que Messi pueda encontrar dicha salida. Es un equipo que parece jugar a lo mismo, pero que no lo hace. O que lo ejecuta a una velocidad menor, con las ideas borrosas sobre lo que toca hacer en cada punto del campo, como si el rumbo señalado en los cuarteles generales, más que un plan, fuera otro embrollo.

Apuntemos también que incluso este Barça que se ha mostrado tan impotente en Anoeta es capaz de conquistar títulos. El partido de anoche puede matizarse con varios atenuantes: primer partido tras vacaciones, estadio muy difícil, jugadores clave sin preparación o el desafortunado gol en propia puerta. Los atenuantes existen y son reales.

Pero más reales son las carencias: la principal, la de un plan de juego que extraiga el mejor rendimiento de los jugadores. Dicho plan no se percibe en este momento, o bien Luis Enrique lo mantiene escondido, o lo está puliendo en los campos de entrenamiento y quizá lo conoceremos en breve, aunque lo que se ha visto en estos seis meses de vaivenes no supera la categoría de sucedáneo y empieza a ser hora de que el entrenador explique dónde está su norte.

Esto no ha sucedido de pronto, sino que es fruto de una paulatina degradación que no han podido frenar ni dos entrenadores (Martino y Luis Enrique de momento), ni cientos de millones en fichajes. Mucho más que cualquiera de los fiascos judiciales protagonizados o la imparable conversión del club en una entidad fría que va alejándose de sus raíces, si hay un terreno en el que Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu son histórica y completamente responsables es en el de la gestión de la herencia deportiva recibida. Y a día de hoy, su balance es profundamente desolador.