La clave

¿Dónde está el centro, hoy?

ALBERT SÁEZ

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Duran es mejor analista que estratega y mejor táctico que ideólogo. Su análisis de la situación política actual en la escuela de verano de UDC es brillante: «Todo lo que huela a institución no sirve, la gente está harta de nosotros (los partidos)». Todo lo que Pablo Iglesias llama «la casta» pasa por horas bajas como consecuencia de la desafección ciudadana por quienes consideran culpables de la crisis económica, inhabilitados por la corrupción que les impide un reparto equitativo de sus consecuencias y sin capacidad de captar talento para proponer soluciones alternativas. Hacer política, hoy, requiere en primer lugar reconocer esta situación como hizo Duran.

El reto es encontrar respuesta. El poder constituido se dedica estos días a desacreditar lo que consideran que podría ser un poder constituyente alternativo. A Iglesias solo falta que lo relacionen con la momia de  Bin Laden en esos borradores de informes que fabrican las fuerzas de seguridad y publican los diarios donde la verdad no puede estropear un buen titular. Pero muchos olvida que Podemos o Guanyem Barcelona no hacen otra cosa que ocupar el vacío dejado por los que se niegan a mejorar la democracia. El inmovilismo deja huérfanos a cientos de votantes que quisieran cambiar lo que no funciona antes que embarcarse en aventuras no contrastadas.

Nueva geometría

Así las cosas, Duran reivindica una formación que lidere el centro político. El problema es que la geometría ideológica no es la misma que cuando Suárez inventó el término para intentar superar las dos Españas de la guerra civil. Hoy, la centralidad política implica la equidistancia respecto al inmovilismo del PP (y de una parte del PSOE) y a la revolución permanente de Podemos. Pero también, mantenerse igualmente alejado de los desalmados que pululan en el Ibex-35 y de los violentos que envuelven a Can Vies. La centralidad es renunciar a los indultos, a los aforamientos, a los pasaportes diplomáticos y a tantas de esas cosas que se empezaron a hacer a escondidas en la transición para traer la democracia y, ahora, están a punto de llevársela.