CUADERNO DE VERANO

Don Juan en el hotel de los líos

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ROSA MASSAGUÉ

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En un mundo donde el sexo ha dejado ser tabú, donde el hedonismo y la exhibición de  la pornografía están a la vista y al alcance de todos¿se puede entender la figura teatral de Don Juan, se la puede representar hoy en un escenario? Sven-Eric Bechtolf plantea esta pregunta ante la puesta en escena ‘Don Giovanni’, de Mozart, que firma en el Festival de Salzburgo.

Su reflexión continúa considerando que el Don Juan teatral depende de un mundo que manifiesta su respeto por la sexualidad a través de la represión y no la devalúa mediante un liberalismo pervertido y una liberación de los tabús gracias a la comercialización.

Pocos días después del estreno de este 'Don Giovanni', 'The Economist' parecía darle la razón a Bechtolf. La revista decía que los gobiernos deben dejar de intentar prohibir la prostitución porque hoy, gracias a internet, la compra-venta de sexo es mucho más fácil y mucho mas segura.

¿Qué hacer pues ante esta dificultad de representación? Mozart y su libretista, Lorenzo da Ponte, le pusieron una coletilla a 'Don Giovanni'. Especificaron que es un 'dramma giocoso'. Bechtolf opta por la segunda parte de la definición, por sus aspectos jocosos, juguetones, sin ser excesivamente festivo considerando que hay un muerto de por medio.

La acción transcurre en un hotel --al principio hay la duda de si es un burdel--, en una época de entreguerras definida por el estilo de la decoración, art decó, y por la presencia de una banda de camisas negras lideradas por Il Commendatore que ocupan el lugar. Podría tratarse de la Italia fascista o, más en consonancia con el origen español de la figura literaria de don Juan, de la España franquista. Pero en el fondo, la identificación exacta de lugar y tiempo es lo de menos.

El decorado es el mismo para los dos actos: el amplio vestíbulo del hotel con un bar de quita y pon a un lado, y al fondo, una doble escalera que lleva a las habitaciones que se ven arriba. Puertas, pasillo superior y escaleras dan un gran juego escénico y el movimiento de actores esta suficientemente bien pensado para que se entiendan las diversas escenas y escenarios que se suceden a lo largo de la ópera, bien marcadas por el libreto.

Ildebrando d'Arcangelo, que en el pasado, como Leoporello, había sido un gran criado de Don Giovanni, se ha doctorado en el papel titular y en Salzburgo da una clase magistral de voz, de suficienca actoral, y de seguridad sobre el escenario. El don Juan que Bechtolf recrea está en las antípodas del personaje metafísico que también es este seductor. Aquí estamos ante un chulo hortera y prepotente y D'Arcangelo, con su melena negra despeinada, chaleco sin mangas o un abrigo largo de piel de serpiente, lo borda.

A su lado, otro italiano, el bajo-barítono Luca Pisaroni, es un Leoporello que parece en las antípodas de su amo. Con su pelo engominado, gafas de montura negra y bien vestido, parece un intelectual, un sabio despistado a lo Cary Grant en 'La fiera de mi niña', aunque algo esconde en su maleta. Vocalmente, Pisaroni está al mismo nivel que D'Arcangelo, excelente. Este 'Don Giovanni' permite además descubrir a un cantante con una gran capacidad y recursos para la comicidad. 

La tercera voz grave de la obra, la de Il Commendatore, es la del polaco Tomasz Konieczny. El convidado de piedra no atemoriza por la potencia o por un sonido cavernoso. Le basta con la intensidad y contundencia con que lanza su desafío al vividor.

También la intepretación que el barítono Alessio Arduini, otro italiano, hace de Masetto, un papel que casi nunca encuentra a un cantante que dé la justa medida vocal del personaje, es aquí de primera, algo que no puede decirse del tenor Andrew Staples como Don Ottavio, aunque, más allá de la voz, no parece que al director de escena el novio de doña Anna le interese demasiado.

Del reparto femenino destaca la juventud y frescura de las voces. Anett Fritsch y Valentina Nafornita como doña Elvira y la campesina Zerlina respectivamente, hacen dos interpretaciones de una gran vivacidad con voces muy bellas. Genia Kühmeier debía ser doña Anna, pero fue sustituida por Lenneke Ruiten. La sustituta fue voluntariosa, pero ni su voz ni el papel parecían adaptarse a sus posibilidades.

Cada día resulta más difícil contar con tantas buenas voces en un mismo reparto. Pero las voces no son el todo. Necesitan a la orquesta que en este caso es la Filarmónica de Viena, y a su director, Christoph Eschenbach, y no acompañaron. Había dos 'Don Giovanni', el de Bechtolf, hecho de movimiento, comicidad y ritmo rápido, y el de Eschenbach dominado por la lentitud y el empaque de antes de la interpretación mozartiana con criterios históricos. Y estos dos 'Don Giovanni' apenas se encontraron. Ambos salieron perdiendo.

Pero hubo más pérdidas. El gran maestro que fue Massimo Mila decía que la grandeza de esta ópera de Mozart reside en la "milagrosa existencia de lo cómico y lo trágico". Dejar escapar el aspecto sobrehumano del drama, señalaba el musicólogo, es no haber entendido nada, pero echar a perder la comicidad de su naturaleza formal también es no haber entendido nada. Y advertía: 'Cuidado con dar prioridad a una de las dos caras'.

Bechtolf solo le da una cara a este 'Don Giovanni'. La farsa termina como había empezado, con don Juan persiguiendo escaleras arriba a una camarera.

Ópera vista el 6 de agosto.