Peccata minuta

Don Antonio Baños

JOAN OLLÉ

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Estoy rodeado: vivo hace más de 30 años con una maravillosa mujer que vota a la CUP, y, a la que me despierto, ya me espera la Terribas en la ducha. Tras disfrazarme mitad de Pablo Iglesias (¿resistirá el duro invierno el descamisado de mangas arremangadas?) mitad de Albert Rivera (compartimos gusto por el arte del toreo) y despacharme con un café, salgo a una calle tan amable como si aquí no pasase nada -o pasase todo y pasásemos de todo- y, ya muy cerca del Born de la derrota plebiscitaria celebrada en clave de victoria por Junts pel Sí, me reúno con tres excelentes y jóvenes actrices y con mi mayor cómplice en teatro, un tal Iban -un talibán- que, como ellas y mi mujer, también vota a mi serio y juguetón amigo don Antonio Baños, de siempre enchalecado y encorbatado cuando la ocasión lo merece. La elegancia es etimología de elegir y de leer, y el líder de la CUP debió ser elegido por saber leer mejor que otros cuatro cosas tan básicas como las cuatro reglas y las cuatro sangres de nuestra caduca bandera. No entiendo la 'estelada': me resulta un oportunista producto de 'merchandising' cubano-yanqui para llenar 'pavlovianos' campos de fútbol enamorados de Qatar. !Oé, oé, oé!

Soy un puto privilegiado: tengo en mi móvil el teléfono de Baños, el libertino friqui de quien depende el futuro de Catalunya y con quien compartimos muchas noches en 'El Café de la República', de Catalunya Ràdio, cuando esta aún admitía a heterodoxos. Y si la autoridad no lo impide y el tiempo lo permite, el 13 de diciembre, día de Santa Llúcia, compartiremos mesa de prematuros 'calçots', romesco y babero con otros antiguos 'republicanos' para llorar y reir juntos que Joan Barril, nuestro gordito mentor, decidió, ya hará un año, independizarse definitivamente de la muy diversa gente a la que unió en enamorada discordia. ¡Cuántas cenas, discursos y risas!

¿Qué le contaré al reencontrado Antonio el 13-D entre tintorro y uñas sucias de cebolla calcinada sobre un mesocrático mantel a cuadros? Primero, un beso y un abrazo; luego, que le envidio por tener al cien por cien del tres por ciento pendientes de él y de los suyos (¡y suyas!) y, ya en los cafés, las copas y los cánticos, le diré que no cuente con mi voto, porque, de mayor, quiero ser europeo.

Esencialismo español

Volvamos al principio: un 'federalista' se reúne de lunes a sábado a las diez de la mañana con cuatro cómplices 'secesionistas' para refugiarnos felizmente en el reino de la ficción, y, así, huir de la muy estúpida realidad que nos envuelve. Y mientras callejeo, aún medio dormido, camino del teatro de La Seca, por lo más antiguo de mi ciudad, añoro a muerte aquella imposible Catalunya aún no contagiada del peor esencialismo español.