La clave

El discurso de Goytisolo

La intervención del premio Cervantes debería ser de obligado comentario en los institutos españoles

JUANCHO DUMALL

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El discurso pronunciado el jueves por Juan Goytisolo en la ceremonia de entrega del Premio Cervantes debería ser de obligado comentario en los institutos españoles. Corto, sencillo, bien escrito y referido a la convulsa realidad sociopolítica del momento, el texto leído en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares por el escritor barcelonés es una pieza que invita a la reflexión en muchos terrenos, por más que algunos rancios columnistas hayan descalificado al escritor por «vestirse de marrón» y lucir una corbata «muy mal elegida» (Alfonso Ussía) o porque «odia a España no por nacionalista, sino por amigo de los moros» (Juan Manuel de Prada). Ese es el nivel.

Empezó Goytisolo distinguiendo entre los literatos que aspiran a triunfar y los que asumen un compromiso íntimo con los que escriben. Y tras reconocer que hubo un tiempo en el que él mismo buscó la fama («ser noticia»), comprendió más tarde que «la verdadera obra de arte no tiene prisas».

La segunda reflexión fue -y ahí no defraudó- sobre los nacionalismos. Citó a Carlos Fuentes para manifestarse partidario de una sola nacionalidad, la cervantina. No está mal que, en tiempos de choques de trenes, alguien se muestre tan distante de las «identidades totémicas».

Los huesos de Cervantes

Tercera idea. Puestos a sacar pecho con Cervantes, mejor que desenterrar «sus pobres huesos» cara al turismo, el Estado español podría hacer una labor divulgativa de los episodios más oscuros en la vida del autor del Quijote. Otro toque contra las políticas culturales de escaparate y propaganda.

Y el remate. La rebelión, como la del héroe cervantino, contra la injusticia, la corrupción y la desigualdad social, coronada con la sugestiva imagen de un caballero andante que confunde la verja de Melilla con «encantados castillos con puentes levadizos y torres almenadas». Es posible que sobrara la referencia partidista a Podemos, pero la conclusión de que «los contaminados por nuestro primer escritor no nos resignamos a la injusticia» es un grito muy oportuno en este país de mirada corta. Como la de Sancho.