Crisis en el flanco este de Europa

Dios te libre de ser peón en una '4GW'

La contienda que se libra en Ucrania corresponde a lo que se llaman 'guerras de cuarta generación'

FRANCESC VEIGA

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De entre las diversas guerras que se desarrollan en este belicoso 2014, el conflicto ucraniano destaca por la forma en que los contendientes originales han perdido protagonismo hasta extremos alarmantes. Si en un principio los medios occidentales pretendieron darle una motivación étnica, describiendo un enfrentamiento entre ucranianos occidentales y orientales, a estas alturas poco parece importar el mismo destino de Ucrania en su conjunto. El conflicto en el Donbas se ha convertido en un pulso entre EEUU y Rusia, en el cual ya no solo se entrecruzan las acusaciones sobre la posibilidad de que los correspondientes ahijados ucranianos o prorrusos estén implicados en el derribo del vuelo MH17, sino que incluso se han llegado a lanzar reproches entre Washington y Moscú, al menos mediante la prensa y en un tono de clara propaganda bélica.

La situación, cambiando el destino del archiduque Francisco Fernando por el del vuelo MH17, podría asemejarse a la del verano de 1914, si no fuera porque la contienda que se libra en Ucrania corresponde en buena medida a lo que se llaman guerras de cuarta generación (4GW) en las que hostilidades de baja intensidad se entremezclan con el recurso continuado a la presión diplomática, operaciones encubiertas, intensa manipulación informativa y gran actividad en redes sociales.

En esa línea los objetivos de unos y otros se han perdido de vista hasta tal punto que en medio de las intensas y apasionadas tomas de postura maniqueas nadie parece preguntarse de dónde procede el combustible con el que se mueven los tanques o aviones de combate ucranianos. En efecto: de Rusia.

Lógicamente, a ninguno de los bandos le interesa sacar a la luz esta situación tan anormal, cada uno por sus propios motivos. Pero, en conjunto, obedece a la situación estratégica de fondo: Moscú no desea intervenir con fuerza en Ucrania, porque ello podría significar la correspondiente intromisión directa de la OTAN que no necesariamente debería ser masiva, pero sí suficiente como para incluir a ese país como aliado de primera línea o incluso, a medio plazo, su integración en la Alianza Atlántica por vía preferente. La disfuncionalidad resultante transformaría a la Ucrania actual en una Ucrania Occidental amputada del Donbas e incluso de la salida al mar Negro. Pero a efectos de la geoestrategia OTAN -es decir, de quien manda en ella- sería una excelente base de operaciones a unos 600 kilómetros de Moscú que, además, aislaría por el sur a Bielorrusia, su aliado más relevante en la zona.

Rusia, por su parte, está aplicando una maniobra ya utilizada con éxito en Georgia durante la guerra del 2008: presionar sobre Ucrania para demostrar que el Gobierno es incapaz de controlar la situación. Eso fue relativamente fácil con el pequeño país del Cáucaso, gobernado por un personaje como Mijeil Saakashvili. Pero si bien el caso ucraniano es más complejo, no le faltan flancos abiertos que explotar en esa dirección. No es necesario pasar mucho tiempo en Kiev para constatar que los partidos y grupos de la ultraderecha -no necesariamente parlamentaria- siguen ejerciendo presión desde la calle; que la Guardia Nacional está muy politizada y mercenarizada; que algún o algunos ministerios poseen potestades indebidas; que no son extrañas las tanganas en el Parlamento; o que los oligarcas siguen manteniendo elevadas y oscuras cuotas de poder. A todo ello se suma la dimisión del primer ministro Yatseniuk.

Por ello, los estrategas estadounidenses tienen interés en llevar la guerra a un nivel retórico más general; de ahí, los exitosos intentos en centrar todas las responsabilidades en el maquiavélico Putin. Y a estas alturas, esa situación es un caramelo envenenado para Ucrania. Cuanto más dependiente sea el país de interesadas estrategias exteriores, más irreversible será la situación. Ucrania no puede ganar por sí misma una guerra contra los rebeldes en el Donbas, o el precio que puede pagar por ello será muy alto. No solo no dispone de potencial militar adecuado, sino que depende de Rusia para su abastecimiento energético y de apoyos variados pero limitados de la parte estadounidense y sus aliados menores en la zona.

La estrategia de las sanciones impulsada desde Washington tampoco va a poner de rodillas a Rusia; solo se entiende como una forma de mantener la tensión a su favor, dificultando la iniciativa de la UE. Así que el interés principal del Gobierno de Kiev debería ser recuperar el control de su propio país y del conflicto en el más breve plazo posible y buscar una forma de arreglo diplomático por su propia cuenta o con ayuda de terceros no implicados en la situación. Procurando quedar bien, claro, con Washington, Moscú y Bruselas.