Dos miradas

Dinero y patria

Que el gran padre de la patria pudo robar nuestro dinero, igual que cualquier mafioso compañero de banco, es un veneno para el catalanismo

EMMA RIVEROLA

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Después del desfile familiar de los Pujol Ferrusola por el Parlament, después de ver sus caras, oírles hablar o callar o incluso aleccionar, ahora sabemos que el dinero de todos ellos compartía banco con lo más granado del crimen organizado internacional. Es un dato más. Uno de tantos que llevan aflorando desde aquel 25 de julio en que el expresidente pronunció una confesión tan inaudita como confusa. Jordi Pujol es mucho más que el hombre que presidió la Generalitat durante 23 años. Él fue el pensador de la nueva Catalunya. A su imagen y semejanza creó Convergència y también quiso modelar el país. Él y su partido eran Catalunya. Sabían lo que más convenía a los catalanes, señalaban y aislaban a los enemigos y premiaban a los amigos. Tener la sospecha de que el gran padre de la patria pudo robar nuestro dinero, igual que cualquier mafioso compañero de banco, es un veneno que recorre la médula del catalanismo.

No es un veneno letal, como algunos querrían creer. Tan pueril es la idea de que la verdad disipará el ideal independentista, como ingenua es la esperanza en que el mal quede reducido a un asunto de familia. Es un golpe a la dignidad de todos, una humillación nacional, una vergüenza. Porque el abuso solo pudo llevarse a cabo con la connivencia de muchos (también de los que aún se permiten darnos lecciones políticas o económicas). No es la muerte de nada, pero sí la agonía de muchas ilusiones.