Análisis

En la dimensión desconocida

Hay que saber por qué Puigdemont ha parado el reloj en el útlimo minuto; no hay una respuesta diáfana

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LUIS MAURI

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Puigdemont ha parado el reloj en el último minuto. El Gobierno independentista necesita tiempo, aunque a sus socios de la CUP les sobre. La cuestión es para qué necesita el 'president' un tiempo muerto.

¿Para organizar una retirada ordenada, corregir el rumbo y regresar a la senda constitucional? Muy improbable, vista la declaración unilateral de independencia que él y el resto de diputados del bloque soberanista firmaron tras proponer el 'president' una suspensión temporal de la DUI.

¿Para intentar una negociación política verosímil con el Gobierno sin renunciar al quebrantamiento de la ley? Tan improbable como el caso anterior. Si Rajoy se ha mantenido durante años ciego y sordo ante el conflicto, eso cuando no ha actuado como un irresponsable o perverso pirómano, no aceptará ahora sentarse a negociar con aquellos que considera técnicamente golpistas. Y mucho menos aún con la mediación internacional que reclaman los soberanistas: eso sería tanto como otorgarles carta de naturaleza a sus oponentes, que no gozan de ningún respaldo diplomático significativo.

¿Hacia unas elecciones autonómicas?

¿Para mantener imantado al mundo, en un intento desesperado de que la atención internacional disuada a Rajoy de aplicar todas las medidas que prevé la ley para reprimir su violación? Esta opción no tiene mayores probabilidades de prosperar que la anterior por las mismas razones.

¿Para propiciar una voladura controlada de la alianza con la CUP y preparar el terreno para unas autonómicas, que serían nuevamente plebiscitarias? En el PDECat no faltarían apoyos a esta operación. Y Junqueras y su partido, ERC, tendrían la presidencia prácticamente ganada. Pero tras el pleno de ayer la aplicación del artículo 155 por parte del Gobierno podría ser ya imparable.

Dos monumentales irresponsabilidades históricas

Estas y un buen puñado de preguntas más no tienen hoy una respuesta diáfana. Puigdemont ha parado el reloj y ha metido al país en la dimensión desconocida. El tiempo es un gran arquitecto (y destructor también) de la realidad, pero en la dimensión desconocida todo se desdibuja, la altura, la anchura, la profundidad y el propio tiempo. En la dimensión desconocida, Puigdemont propone suspender temporalmente los efectos de una declaración de independencia que no ha sido proclamada solemnemente por el Parlament, sino en un documento firmado luego en los pasillos por los diputados de la mayoría independentista.

No está claro en qué momento se jodió el Perú. Ni siquiera el Zavalita de Vargas Llosa tenía una respuesta precisa a la pregunta. Quizá sea más fácil saber en qué momento se jodió  Catalunya, la Catalunya de los ciudadanos del siglo XXI, no otras Catalunyas de ensueños románticos o mitológicos. En estos días, que empezaron hace ya siete años, es cuando se está jodiendo Catalunya, víctima de dos monumentales irresponsabilidades históricas: la del nacionalismo catalán, empecinado en imponer unilateral e ilegalmente la independencia quebrando por la mitad el país, y la del nacionalismo español, anclado a la terca negación e inflamación de un conflicto político de trágica magnitud.