Dilemas europeos ante la represión turca

Erdogan se dirige a la audiencia en el palacio presidencial de Ankara, este jueves.

Erdogan se dirige a la audiencia en el palacio presidencial de Ankara, este jueves. / periodico

ELISEO OLIVERAS

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Ante el autoritarismo y la represión en Turquía, la Unión Europea (UE) se encuentra atrapada por su dependencia de Ankara para impedir que los refugiados lleguen a Europa y por la necesidad de mantener abiertos los canales políticos para poder influir en el Gobierno turco (aunque no lo consigue) y evitar que Turquía acabe de reorientarse hacia Asia. Al mismo tiempo, la UE necesita mostrar que su defensa de los derechos y libertades es algo más que palabras, aunque ni siquiera lo ha conseguido a nivel interno con las derivas autoritarias de Hungría, Polonia y la propia España (ley mordaza).

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha aprovechado el fallido golpe de Estado de julio para ir eliminando cualquier crítica y disidencia en todos los estamentos del país, lo que ha creado un régimen de miedo y denunciaciones. "No hay derechos, no existe el Estado de Derecho, se puede detener a la gente de forma impune, no existe la Justicia", denunciaba esta semana en Barcelona la escritora y activista turca Zeynep Oral, Premio Internacional Voz Libre del PEN Catalán. Oral culpa a la UE del retroceso democrático sufrido por Turquía en la última década, porque a finales de los 90 retardó las negociaciones de adhesión y prefirió "una Turquía islámica a una democracia secular".

La persecución no se limita a los seguidores del movimiento islamista del clérigo Fethullah Gülen, aliado hasta hace poco de Erdogan, y al que responsabiliza del golpe de Estado. Erdogan y su partido Justicia y Desarrollo (AKP) conquistaron el poder en el 2002 gracias a la ayuda de Gülen y juntos emprendieron la campaña para marginar y desalojar del aparato del Estado a la élite secular e islamizar el país de forma acelerada.

REPRESIÓN

La persecución abarca a todo sospechoso de ser crítico con Erdogan, desde diputados kurdos a periodistas que llevaban años denunciando el "estado en la sombra" que suponía el movimiento Gülen. Basta haber colaborado en un diario kurdo o publicar un comentario irónico sobre Erdogan para acabar en la cárcel, como le ocurre a la novelista Asli Erdogan (sin parentesco con el presidente), al lingüista Necmiye Albay y al columnista Kadri Gursel. O basta cobrar el salario a través de un banco vinculado a Gülen para perder el empleo como funcionario, explicaba Oral. Con 145 periodistas y escritores detenidos y 195 medios de comunicación clausurados, Turquía encabeza el ranking mundial de la represión. Desde julio más de 115.000 funcionarios han sido cesados (militares, policías, jueces, profesores, administrativos) y más de 37.000 personas permanecen arrestadas. "Erdogan ha dividido a la sociedad turca entre progubernamentales y críticos", señalaba Zeynep Oral.

El Parlamento Europeo reclamó este jueves "la suspensión temporal" de las negociaciones de adhesión de Turquía a la UE debido a las "desproporcionadas medidas represivas". La resolución no vinculante fue aprobada por una aplastante mayoría. Pero, de momento, sólo Austria respalda está línea de actuación. La ministra europea de Asuntos Exteriores, Federica Mogherini, y la mayoría de los países consideran que resultaría perjudicial. "Europa perdería la capacidad de influir en Turquía. La manera más eficaz de fortalecer la democracia turca es dialogar con Turquía manteniendo los canales abiertos", indicó Mogherini.

La escritora y activista turca Elif Shafak también pedía este jueves desde Barcelona que "la UE no castigue a la población turca". "Hay que distinguir entre el Gobierno y la población. Hay que mantener viva la llama de la adhesión, porque si no se reforzará el nacionalismo, el autoritarismo y el islamismo", advertía Shafak.

La prioridad de los países de la UE es preservar el polémico acuerdo sobre inmigración con Turquía, que frenó en seco la ola de miles de refugiados que llegaban cada día a las islas griegas. Tanto para el presidente de la UE, Donald Tusk, como para la cancillera alemana, Angela Merkel, preservar ese acuerdo es esencial para la supervivencia de la UE. La incapacidad de los Veintiocho de asumir de forma equitativa la llegada masiva de refugiados ha convertido a la UE en rehén de Ankara. "El acuerdo con Turquía es un instrumento que hemos dado a Erdogan contra nosotros", lamentaba Ska Keller, líder de los Verdes del Parlamento Europeo.

La UE quiere evitar también que un gesto pueda malograr las negociaciones en curso para reunificar Chipre. A Europa le preocupa además el creciente coqueteo de Erdogan para estrechar los lazos de Turquía con la Organización de Cooperación de Shanghai, la entidad euroasiática de cooperación política, económica y militar dominada por China y Rusia.