Un dilema atrapa al PSOE

La única audacia que hará creíbles a los socialistas es gestionar su propia pluralidad

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José Luis Sastre

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Cuando Pedro Sánchez habló de nación de naciones apenas se oyeron aplausos en el auditorio. Nación de naciones, decía en Sevilla el secretario general del PSOE mientras se veía a la ejecutiva de Susana Díaz con la cara bien larga, como si hubieran gastado toda la efusión en la inédita frase que su presidenta había dejado en el estrado y que perdurará en los años que vienen: “No me hagas elegir”. Pudo cortarse el aire en rodajas. Sánchez traía para su rival andaluza las mismas frases que le dejó el viernes en Elx a Ximo Puig: “Eres mi secretaria general, mi presidenta”, pero el frío se impuso a todos los calores de julio. Con el presidente valenciano hubo fotos y abrazos, aunque fueran impostados, y sin embargo con Díaz ni siquiera se hizo el intento. No hay polígrafo que lo hubiera aguantado. 

Una herida cruza el PSOE desde el dramático comité federal en que dimitió Sánchez. El partido no se explica sin ese trauma reciente aliviado solo por los sondeos, que son la otra clave del momento: Ferraz ve conjurado el riesgo de sorpasso y explora el entendimiento con Podemos. Sánchez y Pablo Iglesias se mensajean y se llaman y tratan de recuperar la confianza que no se tenían, aunque es temprano para saber si será ante un amor de verano o una relación a la larga. El PSOE postraumático está en plena reconversión, de la que se aparta Eduardo MadinaEduardo Madina o de la que apartan a Alfonso Guerra y en cada salida hay un mensaje de ruptura. En ese trance escucha Sánchez la advertencia territorial que su federación más fuerte, la andaluza, no le hizo cuando la hubiera perdido, en el congreso federal que optó en junio sin polémicas por la plurinacionalidad. 

La situación catalana lleva tanto enquistada que solo la revertirán soluciones audaces, que son todas las que no pasan por el Tribunal Constitucional ni por los trucos parlamentarios de última hora. Si la del PSOE es audaz o es un fiasco se verá con el tiempo, pero para que alguien la considere deberían ponerse de acuerdo ellos mismos. No se puede atajar un conflicto desde otro conflicto. El congreso del socialismo andaluz certifica que, pasada la batalla orgánica más cruenta, los principales líderes del PSOE se instalan en la conllevancia, en la que ya estuvieron hasta acabar en un harakiri televisado.

La plurinacionalidad de Sánchez -en una coincidencia con Iglesias que explica algunos escozores- pretende abrir un debate para cuando se pueda dar una negociación serena sobre Catalunya, lo que parece poco probable antes del 1 de octubre. Pero es imposible proponer el consenso a los demás sin haberlo probado en casa. No es nuevo que cada federación defienda una posición distinta porque el PSOE siempre tuvo un debate vivo, aunque la condición para el debate implica que sean capaces de hablarse y compartir escenario sin que parezca un duelo. El PSOE se arriesga con la defensa de la plurinacionalidad y se le abren algunas costuras por un dilema que le atrapa, pero descuida que la audacia básica, la única que le hará creíble, está en gestionar su propia pluralidad.