Opinión | Editorial

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La difícil situación de los mossos

El día en que la policía pueda elegir qué leyes cumple y cuáles no, la democracia estará en grave peligro

Unos mossos d'esquadra de servicio, en Barcelona.

Unos mossos d'esquadra de servicio, en Barcelona.

El «paso al lado» (en terminología de Carles Puigdemont) de Jordi Jané como 'conseller' de Interior, la renuncia de Albert Batlle como director los Mossos d’Esquadra y los nombramientos de dos independentistas convencidos (Joaquim Forn y Pere Soler) como sus sucesores han puesto bajo el foco el papel de la policía autonómica catalana en el 1-O. Jané y Batlle siempre habían expresado que los Mossos cumplirían la legalidad vigente, mientras que Forn ha afirmado que el día del referéndum –ilegal según el actual ordenamiento jurídico– la función de los agentes será garantizar que la votación se lleva a cabo. «Los Mossos no tendríamos que estar nunca en ese debate», escribe un agente en una carta que publica hoy EL PERIÓDICO. No podría resumir mejor la situación.

Hoy publicamos varias cartas de mossos, una pequeña representación sobre un cuerpo en el que trabajan 17.000 policías,  pero que sirven como ejemplo de la difícil situación en la que se pueden encontrar los agentes en el caso de que el tan anunciado choque de trenes entre instituciones llegue a producirse. Es una irresponsabilidad mayúscula colocarles en una situación tan delicada. La policía catalana tiene un único trabajo: cumplir y hacer cumplir la ley. No es un asunto opinable que deba dejarse al albur de los momentos políticos. El día en que la policía pueda elegir qué leyes cumple y cuáles no, la democracia –a la que tanto, y a veces tan en vano, se invoca– estará en grave peligro