EDITORIAL
Diez años de matrimonio gay en España
Queda camino por recorrer, pero la sociedad española puede decir con orgullo que fue precursora en igualdad
Nadie podrá negarle a José Luis Rodríguez Zapatero el legado de que bajo su mandato se aprobó una ley que convertía a España en el tercer país del mundo que aprobaba el matrimonio entre personas del mismo sexo. En una sociedad con enorme tradición católica, la medida significó un terremoto social. Y, sin embargo, el Gobierno del Partido Popular (tan amigo de la reacción en otros ámbitos) ha mantenido la normativa casi contra pronóstico y pese a las presiones de entidades ultraconservadoras, como el Foro de la Familia. No fueron pocas las parejas homosexuales que aceleraron su unión cuando el PP ganó las elecciones del 2011, preocupada por la forma con la que las capas más conservadoras del país se opusieron a la ley. Al final, se impuso la sensatez, como también ocurrió luego con la reforma de la ley del aborto. No sin una víctima, en este caso, con la dimisión de Alberto Ruiz-Gallardón como ministro de Justicia.
La evidente conquista en el terreno legislativo tiene pendiente igual aceptación social. Las actitudes homófobas siguen produciéndose, aunque por suerte también las denuncias de estas agresiones de orientación sexual. También es positivo que personajes públicos hayan sido protagonistas de los casi 30.000 uniones civiles homosexuales que se han celebrado desde julio del 2005. Queda camino por recorrer, con prejuicios y barreras sociales aún por derribar, pero la sociedad española dio un incuestionable salto a la modernidad con el matrimonio homosexual, y puede decir con orgullo que fue precursora en este camino de garantizar la igualdad de todos los ciudadanos.
Por si hiciera falta recordarlo, el Tribunal Supremo de Estados Unidos legalizó este viernes, en otra decisión histórica, la misma norma que anula las prohibiciones existentes en algunos estados contra el matrimonio homosexual. Acostumbrada a ir en tantos ámbitos a rebufo de Estados Unidos, España puede decir que por una vez los diez años de retraso los tiene aquel país. También allí los sectores más reaccionarios (muchos de ellos, en el seno del Partido Republicano) se oponen a esta norma de derechos civiles. Como sucedió en España, resulta difícil imaginar que este camino pueda deshacerse. «El amor ha ganado», dijo la Casa Blanca. Sin ánimo de llevarle la contraria, los que ganaron fueron los derechos y la igualdad.
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