Editorial
Días de inquietud por el futuro de Seat
La inversión prevista de 3.300 millones no debería verse afectada por el escándalo de los motores trucados de VW
Un aforismo cuyo origen se remonta a los años 60 del siglo pasado, cuando la industria de la automoción empezó a despegar con fuerza en España, establece que «cuando Seat estornuda, Catalunya se resfría». El riesgo existe de nuevo ahora tras el anuncio del grupo Volkswagen de que paraliza las inversiones que no sean «urgentes y necesarias» porque debe atender prioritariamente las consecuencias, aún imprevisibles, del monumental escándalo del trucaje de los motores diésel EA189. El nuevo presidente de la multinacional alemana, Matthias Müller, no se ha andado con remilgos y ha adelantado que el proceso será «doloroso». Y este forzado cambio de planes pilla completamente a trasmano a Seat, que tenía concedida de Volkswagen una inversión de 3.300 millones de euros hasta el 2019.
La marca española, pues, vive días de gran incertidumbre, a la espera de saber cómo le afectará el repliegue inversor. Su gran apuesta estratégica para los próximos años son los todocaminos, vehículos llamados a ser muy competitivos en un segmento pujante y con los que Seat espera consolidar y aumentar los beneficios que ha empezado a tener tras años de capear la crisis. Volkswagen deberá hilar muy fino sobre si mantiene o no este proyecto: si se deja vencer por la parálisis, se ahorrará la inversión, sí, pero también desperdiciará la oportunidad de poner en circulación unos modelos que deberían abrirle las puertas del mercado latinoamericano, su gran asignatura pendiente.
Aunque también ha falseado las emisiones de óxidos de nitrógeno de algunos de sus motores diésel debido a la sinergia de grupo, Seat es casi más víctima que culpable en esta crisis, originada por decisiones con epicentro en Wolfsburgo. UGT y CCOO esperan, con razón, que la onda expansiva del escándalo no alcance a la modernísima planta de producción de Martorell, que emplea a la mayor parte de los 14.000 asalariados de Seat. Si fuera así, también habría riesgo de contagio para los más de 40.000 empleos de la industria auxiliar catalana que gravita en torno al gigante automovilístico. Pero aunque no se cancelen las inversiones previstas, Seat deberá hacer un esfuerzo para contribuir a levantar la deteriorada imagen de Volkswagen: formar parte de un grupo multinacional tiene ventajas, pero también servidumbres inesperadas como la presente.
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