Días, horas, Pla

Hablando con Xavier Pla, el editor y el autor del prólogo de 'La vida lenta', el libro que recoge las notas para tres diarios de Josep Pla, repite con vehemencia y convicción lo que ya escribe en el análisis que hace de estos documentos domésticos: «La soledad de Pla no es física. Como escritor, Pla parece vivir en una grave soledad moral». Este quizá es el resumen más explícito que se extrae de la lectura de unos textos que solo eran anotaciones cotidianas, sin una estricta vocación literaria, sin ninguna indicación que permita suponer que iban más allá de la discreta disciplina impuesta de dejar constancia de los días y las horas.

Y aún otra conclusión: incluso en este formato sin forma, sin la elaboración estilística que reclama un escrito con voluntad de serlo, incluso aquí, Pla se nos presenta con toda su fortaleza, con la manía inequívoca de quien escribe porque que respira. Lo dice también en un comentario reciente Antonio Muñoz Molina: «En las páginas telegráficas de 'La vida lenta' se escucha su voz, crepita intacta la calidad de su escritura».

Aquí parece que Pla se dedique únicamente a beber, a comer, a dormir, a charlar, a lamentarse, a observar (y sufrir) el tiempo y la temperatura. Pero, en el fondo, es una excusa magnífica para sumergirse en su magma literario. Dejarse llevar, arrastrados por la vida que fluye, que se va. Compartir la nada aparente y descubrir, al mismo tiempo, el mundo que se esconde en ella.