La Diada confirma que el suflé soberanista no baja

La continuada movilización independentista plantea un problema grave que no se puede resolver con el paso del tiempo y mirando hacia otro lado

JOSÉ ANTONIO SOROLLA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El suflé no baja. Al margen de la guerra de cifras, centenares de miles de catalanes formaron el jueves una senyera en forma de 'V' de 11 kilómetros enlazando en el vértice de la plaza de Les Glòries dos de las avenidas principales de Barcelona, la Gran Via y la Diagonal. Tres escenarios llamados 'Votar', 'Voluntad' y 'Victoria' acogieron los llamamientos a sacar las urnas a la calle el 9 de noviembre y la cabecera de la gigantesca manifestación enarboló al unirse por el vértice dos pancartas: '9-N Votaremos' y '9-N Ganaremos'.

Esta es la cuarta manifestación multitudinaria que se celebra en Catalunya en cuatro años desde la que llenó el paseo de Gràcia para protestar por la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) sobre el Estatut (julio de 2010). Siguieron después las de las Diadas de 2012 y 2013 hasta llegar a la del jueves. Las cifras de los organizadores siempre han superado el millón (1,5 millones en 2012 y 1,6 millones en 2013), aunque un conteo más riguroso de la organización antiindepedentista Societat Civil Catalana rebajó la cadena humana que recorrió Catalunya de norte a sur a 800.000. Pero la capacidad de convocatoria del soberanismo es innegable.

CLASES MEDIAS

El movimiento soberanista está integrado sustancialmente por las clases medias y su origen en la sociedad civil es indudable, aunque si no hubiera contado con el apoyo del 'president' Artur Mas y de su Gobierno en pleno, que prácticamente no se dedica a otra cosa, ni con la movilización descarada de los medios de comunicación públicos (TV-3 dedicó ayer 15 horas a la Diada, que calentó antes con al menos cuatro documentales alusivos), la onda no hubiera sido tan expansiva.

Entre la multitud que llenó las calles de Barcelona había mucho independentista sobrevenido porque el gregarismo es propio de la condición humana y porque muchos asistentes acudían seguramente para expresar reivindicaciones sociales que no tienen que ver necesariamente con un país independiente, aunque se les haya hecho creer que la independencia es un curalotodo.

Una parte de los manifestantes pedía solo el "derecho a decidir" y salió a la calle aun a riesgo de que los contaran como independentistas, que es lo que ocurrirá. No había más que escuchar los discursos de los organizadores y los gritos mayoritarios de "independencia" para comprobarlo.

NO SON LAS ÉLITES

Todo esto es cierto, pero el suflé no baja y la movilización continuada demuestra que lo que ocurre en Catalunya no es algo promovido por las elites políticas y económicas, como se cree en muchos círculos de Madrid, aunque las primeras se intenten aprovechar del movimiento. Desde luego, en absoluto están detrás las elites económicas, radicalmente contrarias a la independencia.

El Gobierno de Mariano Rajoy, pues, y, por extensión, España tiene un problema con Catalunya, que no se puede resolver con el paso del tiempo y mirando hacia otro lado. En su discurso institucional de la Diada, Mas dijo el miércoles que "el Gobierno y las instituciones del Estado aún están a tiempo de escuchar el clamor pacífico y democrático del pueblo catalán", y volvió a reclamar que el 9-N los catalanes puedan votar en la consulta soberanista. El jueves, lamentó el inmovilismo de Rajoy y la falta de una oferta alternativa.

Es probable que la estrategia de Rajoy consista en no ceder ni un milímetro para provocar el fracaso de Mas y su retirada de la política, bien por su dimisión o por una derrota electoral, y esperar que los catalanes se aterroricen ante la posibilidad --muy cierta, según las encuestas-- de ser gobernados por ERC, cuyo líder, Oriol Junqueras, no duda en apelar a la desobediencia civil y en comparar de modo surrealista el proceso soberanista a la lucha por los derechos civiles de los negros norteamericanos bajo el liderazgo de Martin Luther King.

La estrategia del cuanto peor, mejor, sin embargo, solo conduce a la catástrofe y al alejamiento cada vez mayor entre los catalanes y el resto de los españoles. Aunque se haya presentado como una forma de forzar la consulta, la movilización callejera no se va a traducir en el voto el 9-N, pero plantea un problema político que un día u otro habrá que abordar.

EL CALENDARIO

El calendario inmediato está escrito. El día 19, el Parlament aprobará la ley de consultas, Mas firmará inmediatamente la convocatoria del referendo y a partir del lunes 22 la ley y el decreto de convocatoria serán impugnados por el Gobierno ante el TC, que suspenderá la norma y la convocatoria.

Si Mas cumple lo que ha dicho, que la consulta será legal, deberá renunciar a celebrarla. En ese momento, ¿cuál será la reacción de ERC y de la Asamblea Nacional Catalana (ANC)? ¿Lo acusarán de incumplir sus compromisos y llamarán a la desobediencia civil, como ha amenazado Junqueras, o arroparán al líder del proceso echando la culpa del veto solo al Gobierno de Madrid?

De la resolución de esta incógnita depende el futuro del proceso. Aunque no le convenga porque la derrota de CiU es segura, Mas puede entonces convocar elecciones autonómicas anticipadas (las mal llamadas plebiscitarias), a las que Convergència, posiblemente sin Unió, acudiría ya con un programa claramente independentista y los partidos ambiguos (como ICV) deberían optar por una u otra vía.

LA VÍA ESCOCESA

Hay que recordar que CiU nunca ha concurrido a unas elecciones con un programa independentista (en las de 2012 hablaba de Estado propio a largo plazo sin que figurara la palabra independencia), al contrario de lo que sí ha hecho ERC. Y se tendría que haber empezado por aquí, como ha ocurrido en Escocia, donde el partido de Alex Salmond (SNP) obtuvo la mayoría absoluta del Parlamento escocés con un ideario independentista, antes de plantear y pactar un referendo con Londres.

Esta es una de las diferencias capitales de los dos procesos --la claridad de objetivos y la consulta pactada--, como recordó ayer mismo Salmond, una semana antes del referendo escocés, cuyo resultado tendrá una indudable influencia en Catalunya.

Si en las sucesivas elecciones catalanas (municipales, autonómicas y generales) se produce de ahora en adelante un triunfo amplio de los partidos independentistas, algo que está por ver, el proceso soberanista será imparable y entonces será imposible que los catalanes no se pronuncien en una consulta, ya sea sobre la independencia o sobre un nuevo encaje en España mediante la reforma de la Constitución.

Pero Mas y sus aliados han elegido la estrategia equivocada de poner el carro delante de los bueyes al optar por una consulta que la legalidad actual no admite y al renunciar a promover la reforma constitucional como único camino viable. El error estratégico ha facilitado, de paso, que el Gobierno del PP pueda enrocarse en su negativa a no mover un dedo, actitud que, con otro camino, hubiera tenido mucho más difícil de justificar.

* Este artículo se publicó originalmente en Zoomnews.es