ANÁLISIS

El día de la marmota palestino

El siempre débil presidente de la ANP va a Washington a defender un plan, el de los dos Estados, que no convence a Trump

Abbás, en la cumbre de la Liga Árabe, en el mar Muerto, en Jordania, el 29 de marzo.

Abbás, en la cumbre de la Liga Árabe, en el mar Muerto, en Jordania, el 29 de marzo. / periodico

JOAN CAÑETE BAYLE

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Tres años después de su última visita, Mahmud Abbás regresa a la Casa Blanca. Se verá con un presidente diferente, imprevisible y aliado aún más fiel (si cabe) de Israel de lo que lo fue la Administración de Obama. El octogenario Abbás viaja con la misión de presentar ante Donald Trump las razones de la causa palestina, las mismas que durante lo que parecía improbable camino hasta la Casa Blanca el magnate ha ignorado, insultado y ninguneado, consecuente con la idea de que el apoyo sin fisuras a Israel no es en la política estadounidense un asunto de política exterior, sino un crucial asunto doméstico.

Una vez más, Abbás se presenta en Washington como un líder débil e  impopular entre su gente, en guerra con Hamás en su feudo de Gaza, y adalid de un proyecto (el de los dos Estados, heredero de los acuerdos de Oslo de los que, como reza machaconamente la hagiografía, Abbás fue arquitecto) que la realidad de la ocupación israelí ha destruido sobre el terreno. No tiene más plan ni estrategia el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que la de los dos Estados, ni ninguna fuerza para impulsar ningún proyecto que no sea la iniciativa árabe del 2002, cuando Yasir Arafat vivía, Gaza y Cisjordania no eran dos entes separados y Ariel Sharon aún no había cambiado las reglas del juego con la operación militar Muro Defensivo. Su problema –o al menos uno de ellos– es que va a entrevistarse con un presidente que ha declarado que lo de los dos Estados no es un dogma inamovible.

UN ASUNTO FAMILIAR

Más que sobre Abbás, el foco recae en Trump. Con su ligereza habitual, el presidente se ha puesto como objetivo lograr el acuerdo definitivo entre palestinos e israelís, y ha puesto a su yerno, Jared Kushner, a cargo de las negociaciones, lo cual convierte el conflicto palestino-israelí en un asunto personal de una familia poco acostumbrada a no salirse con la suya. Ese, en realidad, es el único bagaje de Trump en el tema, por llamarlo de alguna forma, lo cual provocaría sonrisas si no fuera tan trágico.

Ante un líder palestino que le hablará de la creación de un Estado palestino con Jerusalén este como capital, el interés radica en escuchar lo que Trump diga. El éxito o fracaso de Abbás se cifrará en detalles, como por ejemplo si el presidente estadounidense accede a visitar Ramala en su viaje a la zona. Porque en lo demás, su discurso es el día de la marmota palestino. Habrá que ver si Trump tiene paciencia para ello.

Si Trump no cree en los dos Estados, hay que escuchar cuál es la alternativa que propone. Sea cual sea su plan, necesita, a la fuerza, al menos dos interlocutores. Uno, Israel, de palabra y de hecho, no quiere ni dos ni uno. El otro, la ANP y la OLP de Abbás, sí apuesta por los dos Estados pero no tiene ninguna baza en la mesa negociadora. Dice el guion que Trump le pondrá deberes a Abbás y que este accedrá, al menos de palabra, a hacerlos. ¿Será Trump El Imprevisible capaz de zarandear este ritual ya tantas veces visto, este día de la marmota palestino? Es dudoso que quiera. Y que pueda.