Al contrataque

En el día de hoy

JOAN BARRIL

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Hoy es un día escénico. Todos los ciudadanos saben dónde han de ponerse y qué es lo que han de hacer. Los rituales no están escritos. Rosas, libros y esa extraña felicidad de las multitudes tranquilas: eso es lo que se espera. Lo de la rosa es fácil. Una nota de color que se va arrastrando durante el día como símbolo de que alguien pensó en nosotros. Pero lo del libro es distinto. Se contabilizan por millones los libros vendidos en un solo día, pero en cambio las librerías acaban cerrando y los pocos clientes desfilan por los estantes convencidos de que la cultura escrita nos hace más guapos de lo que realmente somos.

Hoy toca comprar un libro, pero ¿qué esperan ustedes de él? Los autores serios se van a mezclar con una extraña fauna ágrafa que ha encontrado en el libro el ennoblecimiento artificial de su forma de ser. Los tenderetes demostrarán que los autores son seres humanos como nosotros. Hubo un tiempo en el que solo leían aquellos que escribían y formaban un pequeño club de mentes inquietas siempre amenazadas por las inquisiciones. La tasa de analfabetos era lo suficientemente alta como para hacer de los escritores un cuerpo desarmado de las ideas con el consuelo de ser leídas en la posteridad. Fue en el siglo XIX cuando los escritores empezaron a cultivar el género de la novela y las clases medias se dejaron llevar por historias ajenas bajo la vigilancia de jueces y censores que no dudaban en mandar a algunos novelistas a la cárcel. Bonitos tiempos aquellos, mucho más creativos que esa mezcla heterogenea de libros de autoayuda, memorias inventadas, historias ñoñas y panfletos reiterativos que llenarán durante el día de hoy la ilusión del lector que se acerca a la letra impresa. Ni escribir es hoy un acto heroico ni la lectura es un camino de perfección.

En los últimos 10 años EEUU ha visto aumentar su producción de libros un 60%. La facturación en Italia se ha cuadriplicado en 20 años. Por encima del escritor y del lector ha aparecido la inconmensurable figura del vendedor. Es uno de los grandes cambios del mundo del libro. Pero hay más. Ahí donde antes había un esforzado editor hoy encontramos a un grupo de comunicación. En el lugar donde antes existía un librero que leía y que conocía los gustos de su cliente hoy se levanta un gran almacén en el que también se pueden comprar ordenadores, equipos de música y proyectores de cine. Los periódicos, esos papeles que antes incluían prestigiosas reseñas hoy se limitan a recoger clasificaciones en las que la cantidad es más importante que la calidad. Muere García Márquez y nos sentimos un poco más solos. ¿Cuántos otros escritores hemos dejado perecer en las mazmorras del olvido? La pregunta la tienen aquí. ¿Qué compraremos hoy? ¿Un poco de liturgia o un compañero de pensamiento y de belleza escrita? Un libro ya no ayuda a triunfar, pero a veces nos permite vivir.