Devastación

Hace tres años, la ciudad de Palma vivió una manifestación histórica que fue conocida como la «marea verde». En un país donde las exhibiciones públicas contestatarias nunca han sido especialmente numerosas, aquella multitud de más de 100.000 personas fue un punto de inflexión contra la política burda del Gobierno de Bauzá, el jefe de un partido que lidera, desde las Illes, el ranking de corrupción del partido con más casos de corrupción del Estado. La causa fue la revuelta de los enseñantes contra el invento del decreto de Tratamiento Integrado de Lenguas, el TIL, que preveía la educación trilingüe. El mismo planteamiento que figura en el pacto entre Ciudadanos y el PP, en esta hipótesis de investidura que hoy fracasará. El inglés, planteado como la coartada moderna para dinamitar la posibilidad del catalán como lengua de la enseñanza y, por tanto, como lengua con futuro.

En una de las pancartas de la manifestación se leía: «Ahora resulta que para aprender inglés debemos dar Mates en castellano». Es el resumen más ilustrativo de un plan que, en apariencia, es una apuesta por elevar el nivel de los estudiantes y que, en la práctica, no hace sino diluir la presencia del catalán con argumentos que se presentan como científicos y alejados de la deriva ideológica. Pero resulta que, se mire como se mire, la intención es política: la devastación de una cultura. Qué país, este, en el que la defensa de las obviedades parece un acto revolucionario.