DeuDeVeu y las piedras que hablan

Los integrantes del grupo DeuDeVeu, en la Pedrera.

Los integrantes del grupo DeuDeVeu, en la Pedrera.

XAVIER GINESTA

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Hay arquitectos que explican que las piedras hablan. Cuentan historias, perviven en el tiempo. La vitalidad permanente del modernismo, la suavidad de sus figuras se convierte en el envoltorio en el interior del cual un alma independiente fluye constante, adaptándose a las formas del edificio. Maridaje entre modernismo y música, entre la plasticidad de Gaudí y la exigencia del canto a capela ejecutado sin el anclaje del director ni un referente principal. Fluye, dejar fluir y buscar la armonía. Es la innovación gaudiniana combinada con la propuesta rompedora de los DeuDeVeu, presentes en la Casa Milà hasta el próximo 13 de junio.

Para el asistente, la simple experiencia de visitar de noche la Pedrera ya es todo un espectáculo. Un placer de las noches de verano, de calidez innata. Sin embargo, la experiencia visual puede ser aún más lujosa si la banda sonora que la acompaña acaricia con ternura cada rincón del espacio. Las alegorías naturales del modernismo gaudiniano no aceptan estridencias, pero se adaptan a propuestas musicales poco convencionales que puedan respetar la esencia del arquitecto. Un transgresor, también, en su tiempo. Aquí, la maestría del jovencísimo Gerard Ibáñez (dirección musical) y la experiencia de Daniel Anglès (dirección escénica) hacen del espectáculo Veus Pedrera endins un complemento ideal para enseñar algunos de los rincones más escondidos de este emblema del Paseo de Gracia.

El éxito en Televisión de Cataluña ya les queda lejos. Hoy, la elegancia de La Pedrera ya permite entronizar dignamente un conjunto coral de jóvenes maestros que se hacen suyos los grandes hits de la historia de la música, o innovan cuando ejecutan canciones tradicionales catalanas para adaptarlas a la modernidad de los tiempos y la especificidad del canto a capela. Una propuesta que tiene un comienzo y un final rupturista, con la conocida Viva la vida de Coldplay y un siempre difícil de ejecutar Bohemian rapsody de Queen, cantados por todo el grupo. Pero, la característica principal del espectáculo es la interacción músico-espectador que se articula a través de un repertorio dividido en dos partes, en dos estancias, y en dos puestas en escena de pequeño formato. El minimalismo del espacio –las habitaciones del cónsul de Argentina, primer inquilino del piso– se funde con la pureza de las voces que permite el canto a capela y la divertida puesta en escena de las coreografías (algunas de ellas, con participación del público), mezcla de improvisación milimetrada y danza contemporánea.

Una bienvenida con recuerdos a Jaume Sisa es el aperitivo para una primera parte del espectáculo que combina los clásicos catalanes (El cant dels ocells, La dama d’Aragó o El Rossinyol) con míticos temas del pop-rock y, sobre todo, eleva los Txarango como momento estelar de comunión entre artista y espectador. Recuerdos del Clownia en estado puro. La segunda parte, mucho más participativa, evoca los momentos mágicos de El mago de Oz o rememora el musical que radiografía el aura de La Pedrera, de la mano de Joan Vives. Todo un recorrido artístico que retoma la esencia del conjunto cuando hace converger, para acabar, arquitectura y voces con las adaptaciones de Michael Jackson, David Guetta o el finísimo trabajo de los agudos que nos lega Freddie Mercury.