Deuda, el que avisa no es traidor

El problema de la deuda pública española es que los tipos de interés, antes o después, subirán

Mario Draghi, presidente del BCE, ante la prensa el pasado mes de junio.

Mario Draghi, presidente del BCE, ante la prensa el pasado mes de junio.

Jesús Rivasés

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La tragedia de Barcelona, con las víctimas -que pueden ser más- de la criminal masacre yihadista, convierten en secundario y banal cualquier otro asunto. El grito espontáneo y colectivo de "no tenemos miedo" es, por encima de todo, un canto a la esperanza frente a la barbarie terrorista, una demostración de que los terroristas han vuelto a traer muerte y dolor, pero que no han logrado su objetivo. Barcelona España, como antes Londres y el Reino UnidoBruselas BélgicaParís Francia y también Madrid en 2004 con el 11-M, no dejan de mirar hacia adelante.

Apenas horas antes de que unos yihadistas dejaran su sello de sangre y dolor en la Rambla, el Tesoro español colocó en los mercados 4.470 millones de euros en deuda pública, de los que 690 millones lo fueron en Letras del Tesoro a seis meses a un interés negativo récord negativo del -0,433%. Eso, que no es la primera vez que ocurre, significa que los inversores le pagan a España por endeudarse. Algo así como si alguien acude a un banco a pedir un crédito y no solo no paga por el dinero que le dejan, sino que cobra. Todo un contrasentido económico y por eso tiene los días contados, aunque nadie sabe cuántos.

También horas antes de la masacre terrorista de Barcelona, se publicaron los datos de la deuda pública española -Estado, Comunidades, Ayuntamientos y Seguridad Social- del final del primer semestre de 2017, que alcanza la cifra récord de 1,138 billones -con "b" de barbaridad- de euros, y que solo en junio aumentó en 13.938 millones de euros. Esa enorme cantidad equivale al 100,03% del PIB y duplica con creces los ingresos anuales de todas las Administraciones Públicas españolas por todos los conceptos. Semejante desfase solo es sostenible por una conjunción de elementos: la confianza en el país por la recuperación económica y los irrisorios tipos de interés actuales, en algún caso negativos.

El problema de la deuda pública española -estatal y autonómica- es que los tipos de interés, antes o después, subirán. Los principales banqueros centrales del mundo -entre ellos Janet Yellen, de la Reserva Federal, y Mario Draghi, del BCE- se reúnen esta semana en Jackson Hole (Wyoming, USA) y se prevé que den pistas sobre los futuros aumentos de los tipos de interés. Entonces, cuando el dinero sea más caro, España puede volver a tener dificultades para refinanciar ese billón de deuda, porque su reducción es una quimera mientras no haya algo así como un gran pacto -impensable ahora políticamente- de ahorro público.

El sinsentido de que alguien cobre por endeudarse terminará, y entonces quiénes más deban, más problemas tendrán. El que avisa no es traidor pero, aunque todo esto es muy importante, no deja de ser una anécdota comparado con las vidas segadas en Barcelona por el terrorismo, que tampoco puede ser una excusa para aparcar problemas como el de la deuda.