Editorial

La destitución de Baiget

La decisión de Puigdemont es, sobre todo, un aviso al PDECat y a sus 'consellers' ante lo que está por venir. El 'procés', en esta fase, exige lealtades inquebrantables

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Expresar una duda («probablemente no podremos hacer el referéndum, y tendremos que hacer una cosa diferente») le ha supuesto el cargo al ya 'exconseller' de Empresa i Coneixement, Jordi Baiget. Sus palabras en una entrevista a 'El Punt Avui' merecieron la reprobación de la CUP, imprescindible muleta parlamentaria del Govern de Junts pel Sí, de cuyo estilo de hacer política sin tomar prisioneros parece haberse apropiado Puigdemont. A pesar de que Marta Pascal lo defendió, Baiget fue destituido y relevado por el 'conseller' de Cultura, Santi Vila, en un doble golpe de efecto del 'president': en el Govern y en su propio partido, con cuya cúpula mantiene un pulso. Baiget, hombre de Artur Mas, ha puesto voz a esa parte del Govern que teme los derroteros que ha tomado el pulso con el Estado a cuenta del referéndum del 1-O.

Hay una parte del Govern, encabezada por Puigdemont, que está dispuesta a llegar hasta el final (sea lo que sea ese final), pero hay otra, de la que formaba parte Baiget y donde militan otros altos cargos, que no ve tan claro el pulso con la legalidad. A medida que se acerca el 1-O y se van dando pasos con difícil retorno, no debe extrañar que cunda el nerviosismo, sobre todo en las filas del PDECat.  La destitución muestra que no solo la disidencia, sino la simple duda, no caben hoy en el Govern. También que el peso de la CUP va mucho más allá de sus diez diputados. Y es, sobre todo, un aviso al PDECat y a sus 'consellers' ante lo que está por venir. El 'procés', en esta fase, exige lealtades inquebrantables.