La clave

Después del 'pal de paller'

ENRIC HERNÀNDEZ

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En estas mismas fechas de 1974, cuando el final del franquismo podía intuirse pero ni siquiera se atisbaba aún en el horizonte, Jordi Pujol ultimaba la fundación de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), partido-movimiento que concibió y erigió como el pal de paller (eje vertebrador) del catalanismo. Cuarenta años más tarde, palo y pajar han entrado en combustión con los dos focos del incendio bien localizados: el pecado «original» confesado por el creador (una fortuna oculta en el extranjero cuya magnitud y procedencia aún están por determinar) y el pecado de soberbia de su vástago político, que impulsado por sus errores de cálculo y sus forzadas alianzas prometió una consulta unilateral que no estaba, ni está, en disposición de celebrar. Ni él, ni quien pudiera sucederle.

A diferencia de otras ocasiones, cuando la izquierda -aliada, pero mal avenida- pronosticó el fenecimiento de su histórico rival y se afanó a cumplimentar tal augurio, ahora es Convergència la que se levanta el acta de defunción, disponiendo, bajo el disfraz de la refundación, sus propias honras fúnebres. Como si de nada le conocieran, como si su patrimonio (político, se entiende) les fuera del todo ajeno, incineran sin exequias al patriarca y, junto a él, su copioso legado. Descansen en paz.

La piedra angular del catalanismo se ha desplazado hacia el soberanismo, se excusan los mandarines convergentes que echaron la roca a rodar sin calibrar los desperfectos que esta dejaría a su paso. Los mismos que se lamentan, encuestas en mano, de que el electorado no reconozca el sacrificio patrio de su audaz jefe de filas y premie en cambio al líder independentista que rehúsa embrutecer su aura con las zarandajas de la gobernabilidad.

La factura del 9-N

A la espera de que el caso Pujol aflore el siempre desmentido 3%, CDC cincela el negado plan b para intentar compartir con ERC la factura de la decepción del 9-N en unas elecciones anticipadas. La incógnita es si Esquerra obtendrá una mayoría suficiente para cumplir su programa de máximos o si, huérfana de apoyos, deberá resignarse a reconstruir -con otros mimbres- el calcinado pal de paller del catalanismo.