El debate medioambiental

Desproporciones y sentido colectivo

Hay que superar el reto energético para lograr el equilibio hacia un mundo sostenible y de bienestar

RANCESC REGUANT

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Hace pocas semanas una joven pianista de Puigcerdà era juzgada por tocar el piano en horas inconvenientes y provocado estorbos importantes al bienestar de una vecina. La pena inicialmente solicitada era de siete años, que posteriormente fue reducida y finalmente la pianista fue absuelta; entiendo que el juez supo aplicar las leyes con sentido común. No conozco a ninguna de las protagonistas de este asunto pero me sorprende la desproporción. Por más «malvada» y ruidosa que puede ser la vecina pianista, ¿tiene sentido encarcelar no ya siete años sino un solo día a una persona por tocar el piano? Hay otros medios para, si es necesario, impedir que haga ruido y hay otros medios más proporcionados para «castigar» al culpable.

ESTA ES LA misma desproporción e incoherencia que se percibe a menudo ante controversias por temas medioambientales. Algunos ejemplos. Primero: hay un problema medioambiental real con los escombros de las minas de potasa de Sallent, por lo que se propone su cierre desde movimientos ciudadanos. Sin embargo, existen soluciones técnicas que evitan este problema sin cuestionar la continuidad de una actividad que da trabajo y vitalidad a una comarca y proporciona un recurso natural imprescindible.

Segundo ejemplo: desde entidades que curiosamente firman como ecologistas han querido poner freno a diferentes parques eólicos, el motivo legal ha sido vinculado a unos formulismos administrativos. Sin duda las cosas deben hacerse bien, sin embargo los trámites administrativos se pueden rehacer sin que haya que poner en cuestión unas instalaciones eólicas que necesitamos para responder a los retos energéticos del siglo. Dinamarca muestra orgullosa su apuesta por la autosuficiencia en energías renovables en el 2050, con una opción firme por la energía eólica. ¿Somos conscientes en Catalunya del coste en riqueza y bienestar si no atendemos a tiempo el reto energético?

Tercer ejemplo: se diseña una importante infraestructura de riego, el canal Segarra-Garrigues, con unos potenciales de impacto económico y de seguridad en abastecimiento alimentario muy importantes, pero por criterios medioambientales se pone en serio riesgo su viabilidad. A un lado de la balanza unas aves esteparias que no están en peligro de extinción, en la región (península ibérica) más esteparia de Europa después de Rusia, unas aves que no estaban antes de que la agricultura artigara los bosques de roble y encina y que seguirán estando a pesar de los cambios de cultivo que el riego propicia. En el otro lado el alimento para un millón de personas y un motor extraordinario de desarrollo económico. Tengamos en cuenta, además, que el agua de riego se convierte en el catalizador para poder captar mucha más energía del sol y transformarla directamente en alimentos u otros productos de origen biológico. En este sentido el agua es la materia prima que multiplica el rendimiento de esta gran planta solar que son las tierras de cultivo. Hay que saber -con las estadísticas en la mano- que una hectárea de olivos de secano en las Garrigues, una vez transformada en una moderna plantación de melocotones de regadío, puede llegar a multiplicar por más 40 el valor de su producción.

En el siglo XXI hemos heredado una serie de retos: el energético, el alimentario, el medioambiental y el de la desigualdad, sin cuya solución no lograremos los equilibrios hacia un mundo sostenible y generador de bienestar. Dar respuesta a todo ello no podrá hacerse sin bajar del autocar. Hemos llegado tarde para la nostalgia hacia un mundo teóricamente ideal y bucólico. El mundo real sostenible puede ser un mundo lleno de belleza y armonía pero serán necesarios molinos de viento, minas de potasa, áreas de regadío.

LA FAO nos advierte de que para alimentar de manera sostenible al mundo del 2050 será necesario intensificar, lo que significa agua y tecnología. Intensificación sostenible es el nuevo lema de la FAO. Alguien propone un jardín para Catalunya, al tiempo que la energía y los alimentos ya los importaremos de fuera. Ahora bien, algo tendremos que producir para poder intercambiar. Me gustaría acercarme a un ejemplo urbano que puede hacer más comprensibles algunos contrasentidos. ¿Alguien entendería que un juez prohibiera circular por las calles de Barcelona a coches, metros y buses porque el ruido molesta a un vecino? Obviamente el sentido colectivo nos dice que hay un camino de soluciones para armonizar estos intereses contrapuestos, es un camino de mejora siempre perfectible pero que hay que recorrer. Es urgente, hay que recuperar el sentido colectivo y la proporción de nuestras propuestas con la mirada puesta en el futuro de todos.