La rueda

Desobediencia o nueva obediencia

Los independentistas presumen de ruptura mientras exploran el «proceso constituyente»

SAÜL GORDILLO

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La palabra de moda en la política catalana es desobediencia. El president Artur Mas compareció ante el juez por, entre otros, un presunto delito de desobediencia. Junts pel Sí se ha propuesto superar el marco español desobedeciendo al Tribunal Constitucional. Y la CUP le pone condiciones que pasan por la ruptura democrática, o sea por la desobediencia. Mas afirmó tras su declaración por el «proceso participativo» del 9-N que en Catalunya los que desobedecen llevan corbata, y un hábil Oriol Junqueras precisó en TV-3 junto a Yannis Varoufakis que ahora de lo que se trata es de obedecer, pero a una nueva legalidad catalana y al Parlament constituyente surgido de los comicios del 27-S.

Los independentistas -72 escaños de 135- están estos días explorando las posibilidades de una obediencia institucional constituyente, mientras explotan mediáticamente el frame de la desobediencia impuesto por el Estado con recursos y querellas de un agónico Gobierno de Mariano Rajoy.

Muchos opinadores han proclamado su hartazgo con la reiteración de los llamados «días históricos». Asistimos a grandes escenificaciones que no dejan de ser el resultado de años de desapego y ruptura cívica. Hay desobediencias individuales, íntimas, que han sido granos de arena en el proceso político catalán, como, por ejemplo, los conductores que desafían a la Guardia Civil o a la Guardia Urbana cuando ponen su adhesivo del CAT sobre la E de sus matrículas. Que al diputado Joan Tardà le multasen el sábado en Navarra por llevarlo es resultado de una larga campaña cívica de desobediencia contra la decisión de José María Aznar de uniformizar la E de España en las nuevas matrículas no permitiendo que estas tuvieran distintivos autonómicos.