Desmontando a Trump

Una jueza de Brooklyn asesta la primera derrota a Trump con la ley en la mano

Trump, en su despacho del avión Air Force One, ayer.

Trump, en su despacho del avión Air Force One, ayer.

MARTA LÓPEZ / BARCELONA

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La jueza Ann Donnelly ha dado a los defensores de las libertades civiles en Estados Unidos una pequeña gran victoria contra Donald Trump al paralizar la deportación de los refugiados e inmigrantes que ya hayan llegado a aeropuertos estadounidenses y que estén afectados por la última orden ejecutiva del presidente estadounidense que veta a los ciudadanos musulmanes de siete países.

La decisión de la magistrada de un tribunal de Brooklyn tiene un impacto limitado, no va a conseguir revertir una orden que solo se puede calificar de xenófoba, pero es la primera derrota de Trump en los tribunales en una semana en la que el dirigente, con su hiperactividad y malas formas nos tiene paralizados a todos, dentro y fuera de Estados Unidos. Por fin, un poco de lucidez en esta locura.

La jueza Donnelly abre el camino. A Trump se le ha de combatir con la ley en la mano y demostrarle que sus poderes no son ilimitados, que sus veleidades y fanfarronerías tienen límites en un estado de derecho y en una democracia. Hay que gritarle en la calle, sí, hacerle frente con palabras y con hechos. A él, que intenta crear una realidad paralela aireando mentiras como "hechos alternativos" hay que desmontarle con la legalidad y la verdad.

También la dirección correcta la señala el premio Nobel de Economía Paul Krugman, que una serie de 21 tuits ha desenmascarado la política económica proteccionista del nuevo presidente de Estados Unidos y su decisión de sufragar el muro con aranceles del 20% a las importaciones mexicanas.  El conocimiento de Krugman frente a las ocurrencias de Trump. Por cierto, una pieza periodística, la de los tuits de Krugman, que más ha despertado el interés de nuestros lectores durante varios días.

Las lecciones de la historia

Por ello, el camino a seguir lo hemos de marcar también los periodistas, enfrentando con hechos probados y contrastados las teorías absurdas de Trump.  En estos primeros días tumultuosos en los que el presidente estadounidense ha superado los peores augurios, asoman en la prensa lecturas interesantes, como la que recuerda por, ejemplo, que su experimento arancelario ya tiene un precedente nefasto: el de su antecesor republicano Herbert Hoover, republicano como él, quien para hacer frente a la gran depresión que asomaba arruinó a Estados Unidos y al mundo.

O lecturas que cuestionan seriamente con datos que ante un repliegue de Estados Unidos solo la demanda interna pueda absorber la producción de automóviles de sus fábricas. No está de más recordar también que 16 de los 19 pilotos que el 11-S del 2001 protagonizaron el peor atentado de la historia en suelo estadounidense eran de Arabia Saudí, país a cuyos ciudadanos curiosamente Trump no veta. Estos son solo unos ejemplos. Pero hay  más.

Multiplicándose en varios frentes con sus órdenes ejecutivas, memorándums, declaraciones, entrevistas y tuits, Trump agota y abruma e, intencionadamente, confunde. El reto es no caer en la trampa, no dejarse arrastrar por la vorágine, separar el grano de la paja, lo banal de lo trascendental. No frivolicemos y respondamos como sabemos: con hechos probados e información contrastada. Sigamos el camino que marcan la jueza Donelly el el Nobel Krugman.

No es este el mejor momento para nosotros, los periodistas. Pero nuestra responsabilidad ahora es enorme. Legítimamente, ha llegado al poder alguien que amenaza nuestros valores y la misma democracia. Luchemos también legítimamente todos con las armas que nos da el estado de derecho. Porque Trump no acaba en Trump. Otros y otras esperan su momento, aquí en Europa y muy pronto.