Dos miradas

Desincronizados

Once días para recibir una carta son muchos. En ellos caben desprecios e ilusiones, silencios y promesas, y también engaños e intereses

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EMMA RIVEROLA

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Once días de retraso. Eso es lo que ha tardado la presidenta del Congreso en recibir la carta del presidente de la Generalitat. ¿Se encargó del reparto una paloma mensajera con claros problemas de orientación? ¿La llevó un mensajero, una suerte de Filípides, que recorrió cada día a pie algo más de 55 kilómetros? La misma mañana de la recepción, antes de conocer el feliz desenlace, el portavoz del PDECat, Carles Campuzano, se mostraba sorprendido por la tardanza: «Estamos en un Estado miembro de la OCDE y la Unión Europea, y el servicio de Correos funciona con normalidad». Pues sí, seguro que funciona, pero parece ser que la empresa privada a la que se confió el envío no fue tan diligente.

A las 11.45 del día 27 recibía Ana Pastor la carta enviada el 16 de junio por Carles Puigdemont. Ahora, ella enviará en un plazo «razonable» su respuesta. Y así, entre plazos y plazos podemos llegar al día del juicio final y el conflicto sin barrer. Esa demora en el envío (se admiten todas las hipótesis sobre ese sospechoso poltergeist, también la incredulidad) es la mejor metáfora de un desencuentro que protagonizan los dos gobiernos, pero que también afecta a numerosos ciudadanos a un lado y otro del Ebro. Once días de desajuste son muchos. En ellos caben desprecios e ilusiones, silencios y promesas, y también engaños e intereses. Hará falta mucho más que el peso de la ley para volver a sincronizar los relojes… Si eso es aún posible.