MIRADOR

La desigualdad no es inevitable

JOAQUIM COLL

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Mientras el centro del debate político e intelectual del momento es la creciente desigualdad entre las clases sociales, en España no salimos de los agravios sobre la redistribución fiscal entre territorios. Es sorprendente tanta pasión igualitarista en lo territorial, donde unos afirman ser expoliados y otros temen serlo, y en cambio tan poco interés por la desigualdad entre los ciudadanos de cada territorio. Esta semana, la Taula del Tercer Sector denunciaba que la Generalitat dedica tan solo el 0,5% del Presupuesto a paliar la pobreza en un momento de tanta precarización de las condiciones laborales.

Anteayer, el economista y portavoz socialista Maurici Lucena tuvo el mérito en su disertación en la tribuna Fórum Europa de recordarnos cuál es auténtico problema hoy en el mundo, tal como demuestra la obra fundamental del francés Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI, que en poco tiempo es ya uno de los libros más vendidos y recomendados del decenio. Para el Nobel Paul Krugman, este documentado trabajo ha cambiado nuestro discurso, «nunca más volveremos a hablar de la riqueza y de la desigualdad de la misma forma». Solo el crecimiento económico y la existencia de políticas fiscales redistributivas garantiza la igualdad de oportunidades y la meritocracia, pilares de la democracia.

En realidad, muchos ya intuían la tesis de Piketty. Su enorme valor es que demuestra con datos que, en lugar de avanzar hacia el sueño de una sociedad de clases medias como en algún momento habíamos creído, estamos retrocediendo hacia algo parecido al capitalismo patrimonial y oligárquico del siglo XIX. Para la izquierda reformista europea sus conclusiones y propuestas son una bomba de oxígeno en un momento de enorme confusión por culpa del nefasto determinismo económico. Piketty, en cambio, cree que el futuro de la sociedad dependen directamente de la política y de las medidas fiscales que se adopten. Pero, claro está, eso ya no puede hacerse aisladamente dentro de los pequeños o medianos Estados europeos.

De ahí también la importancia de ir a votar el día 25. Si la unidad europea no avanza, la economía van a seguir recorriendo el camino inverso. Y los europeos volveremos a refugiarnos en el nacionalismo y el populismo como expresión de nuestro fracaso. Ayer, Cristóbal Montoro anunció la reducción del impuesto de sociedades y de los tramos del IRPF. Todo apunta a un nuevo paso atrás en el carácter progresivo del sistema tributario, salpicado por dosis electoralistas. Pero lo esencial es que si no logramos la unión fiscal europea en los próximos años, esto va a ser el sálvese quien pueda. Y con ello renunciaremos tácitamente a la idea ilustrada y progresista de que la desigualdad no es inevitable.