Restablecimiento de relaciones diplomáticas

Deshielo en el Caribe

EEUU tiene poderosas razones para el acuerdo aunque parezca que el beneficiario es el régimen cubano

SALVADOR MARTÍ PUIG

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Durante este mes se va a reabrir la embajada norteamericana en Cuba, que había estado cerrada desde 1961 a raíz de la crisis de los misiles y de la interminable guerra fría. Esta noticia es de gran relevancia hemisférica e internacional, si bien ha pasado bastante desapercibida en Europa a raíz de la crisis griega y del recrudecimiento de la violencia en Oriente Próximo.

De todas formas, ante tamaño evento es necesario preguntarnos cómo ha sido posible la reapertura de la embajada norteamericana si aparentemente no ha habido demasiados cambios ni en la política interna cubana ni en la norteamericana. No hay duda que este acontecimiento ha sido fruto de un largo proceso negociador, pero es sobre todo el resultado de la progresiva transformación de los intereses de las elites políticas y económicas en ambos países. Es más, cualquier lectura sensata de la realidad geoestratégica y económica de ambos gobiernos da cuenta de lo absurdo que ha sido mantener el estatu quo beligerante heredado de la guerra fría entre Washington y La Habana durante más de un cuarto de siglo. Solo a partir de esta obviedad es posible interpretar el cambio de postura de los dos, un cambio donde ambas administraciones parecen salir ganando por ahora. 

Otra cuestión es que casi todos los análisis expuestos hasta la fecha señalan que el régimen de La Habana es el que resulta más beneficiado. Según dichos análisis Cuba sale reforzada porque no cambiará la naturaleza del régimen y, además, este va a ser reconocido por EEUU, a la par de que gozará de los beneficios que supondrá la entrada de remesas de dólares y de turistas norteamericanos. En esta lógica muchos se cuestionan: ¿Qué ganan los EEUU en general y la administración Obama en particular con este acercamiento a Cuba? En mi opinión, bastante o, como mínimo, tres cuestiones que a continuación voy a señalar. 

La primera ganancia de EEUU es la posibilidad de volver a tener una posición hegemónica en el Caribe, que vuelve a ser un lugar geoestratégico crucial para la lucha contra el narcotráfico y la migración. EEUU teme que su ausencia militar en la región pueda suponer la presencia de otras potencias mundiales como la China, Rusia o la Unión Europea, o incluso favorecer la penetración en ese espacio de redes terroristas. Además, un gobierno como el cubano –que controla bien sus fronteras y a sus ciudadanos– es un excelente socio regional para la lucha contra la migración ilegal, el terrorismo, las bandas criminales y el narcotráfico.

Nuevas generaciones y negocio

La segunda cuestión a destacar es que la nueva política de distensión da alas a las jóvenes generaciones de cubanoamericanas de Florida que han tomado el relevo en los negocios de sus abuelos, rabiosamente anticastristas. Estos jóvenes quieren acercarse a Cuba para estar bien colocados cuando se abran las inversiones turísticas e inmobiliarias, pues ya llevan tiempo mirando con recelo como canadienses, europeos y chinos han desembarcado en el mundo de los negocios de la mayor de las Antillas. Contentar a este sector es crucial para el Partido Demócrata a las puertas de unas elecciones presidenciales en las que Jeb Bush (exgobernador de Florida y hermano e hijo de expresidentes) se perfila como candidato republicano. 

La tercera ganancia es la de poder mostrar que la administración Obama ha cosechado algún éxito internacional después de unos magros resultados en este ámbito. Si Obama consigue un buen acuerdo con Cuba, EEUU va a mejorar su perfil tanto en América Latina y como en algunos otros países no del todo afines a la política exterior norteamericana (incluyendo algunos como Irán, con quien se está en negociaciones sobre la proliferación de armas nucleares). En este tema –el de la política exterior– un acercamiento con La Habana también puede suponer una mejor relación entre Washington y el Vaticano del papa Francisco, quien ha ejercido de mediador entre las dos delegaciones y quien mantiene posiciones semejantes a las de Obama respecto al cambio climático y el medioambiente.

Con todo aún quedan dos temas muy relevantes por solucionar. El primero es resolver la cuestión de las expropiaciones realizadas por el Gobierno revolucionario a propiedades norteamericanas y establecer un rápido acuerdo sobre protección mutua de inversiones. Y el segundo es conseguir que el Congreso de EEUU apruebe el levantamiento del embargo comercial a Cuba. Avanzar en ambos temas no será fácil debido a la siempre compleja política doméstica norteamericana, pero esa misma complejidad también será una baza de negociación de Washington para reclamar que el gobierno de La Habana mueva ficha en algunos temas en los que aún no ha mostrado demasiados avances.