Editorial
El desfile gay de Madrid y las libertades
España ha dado un salto enorme en los derechos de los homosexuales, pero es preciso no bajar la guardia
Probablemente no fueron dos millones las personas que se manifestaron ayer por el centro de Madrid como acto culminante de la World Pride 2017, la celebración anual del movimiento gay internacional, que este año eligió la capital de España para este evento que quiere aunar lo festivo y lo reivindicativo. Pero sí fueron cientos de miles, y ese volumen de gente es más que suficiente para poner en valor el enorme salto cualitativo que se ha dado en España en apenas cuatro décadas en materia de libertad sexual y respeto de la identidad personal: de la represión de las manifestaciones públicas de homosexualidad –y la consideración casi como ciudadanos de segunda de quienes tienen esta orientación– a esta lúdica y multitudinaria exhibición del Orgullo Gay.
Por si faltaba algo, este año la marcha ha contado por vez primera con la participación oficial del PP, el único de los grandes partidos españoles que no era explícito en apoyar la movilización de gais y lesbianas. Un cambio de actitud que supone un paso más en el lento tránsito de la derecha española hacia la aceptación plena de las libertades personales con independencia de criterios morales. No hay que olvidar que el PP impugnó en el 2005 la ley del Gobierno de Rodríguez Zapatero que autorizó el matrimonio homosexual en España –una norma vanguardista en nuestro entorno–, y que su recurso fue rechazado por el Tribunal Constitucional siete años después, ya con Mariano Rajoy en la Moncloa y con algunos políticos conservadores salidos del armario.
Madrid, en todo caso, ha dado estos días una muy saludable muestra de tolerancia y puede exhibir, al igual que Barcelona, la condición de ciudad gay friendly. Pero no hay que bajar la guardia, porque aunque España, en general, es un país tolerante, las expresiones de homofobia no son anecdóticas, y a veces las protagonizan quienes, por razón de su credo religioso, deberían transmitir mensajes de fraternidad y no de acritud cuando no de abierta discriminación. Y está pendiente avanzar hacia la normalización social de los transexuales y los intersexuales. colectivos aún muy ignorados y hasta hace poco estigmatizados. La libertad personal de quienes históricamente han sido señalados como diferentes es también la libertad de la sociedad de la que forman parte y un buen barómetro de la salud colectiva del país.
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