La rueda

Desertores de la lectura

La tecnología se va comiendo espacios de quienes sí conocen las virtudes de los libros

NAJAT EL HACHMI

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En el metro, en los autobuses y en los trenes, mucha gente que se pasaba el viaje concentrada en un libro ahora lo hace enganchada al móvil. Por suerte, aún quedan lectores en los medios de transporte, pero es evidente que cada vez son menos. Si este hecho es un indicador de los cambios de comportamiento generales, de la transformación de nuestros hábitos cotidianos, si es cierta mi percepción de que los aparatos han ido sustituyendo a los libros, buenos o malos, de tapa dura o de bolsillo, comprados o prestados, forrados o a cara descubierta, si esta es la realidad, es una realidad preocupante.

Yo, que he descubierto muchas cosas en los libros antes que en la vida misma, que he crecido cogida siempre de la mano de alguna buena ficción literaria, que si he llegado a entender siquiera un poco lo que pasaba a mi alrededor fue siempre gracias a la lectura, que he dado forma a mi deseo leyendo, que he encontrado en las páginas escritas consuelo, refugio, esperanza, enormes ventanas abiertas al mundo y la libertad por encima de todo, me cuesta mucho entender a aquellos que manifiestan, casi orgullosos, que no les gusta leer.

A convivir con los no lectores estábamos acostumbrados, lo nuevo es que la tecnología se vaya comiendo los espacios de lectura de aquellos que sí conocen las virtudes de los libros. Ya me perdonarán la herejía en tierras del santificado Mobile World Congress, pero los móviles no nos harán más libres. Al contrario, la tecnología nos hace más dependientes, más aislados. La comunicación virtual es solo un sucedáneo de la interacción humana real, cuanta más presencia tenga en nuestras vidas más solos estaremos. Ninguna pantalla es capaz de transmitir lo intangible pero fundamental de la forma tan sofisticada que tenemos de hablarnos, no conecta nuestros subconscientes. Cosa que sí hacen los libros que vamos arrinconando.

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