Peccata minuta

Desde Madrid, con amor

JOAN OLLÉ

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La realidad es un melocotón, una chica fea que pasea por la calle, el invisible crecer de la hierba, un niño que se sabe la lección... Lo que vemos por la tele pertenece a otra categoría, con música de fondo y voz en off. Y como a Rajoy, a Merkel, Mas y a Felipe VI solo les vemos por la tele -esa paralela que nunca se encontrará con la realidad-, no forman parte de nuestro vivir, y un bocadillo o una flor son mucho más que todos ellos. La putada es que nuestros bocadillos, flores, sueños y pesadillas dependan de alguien inexistente, a quien solo se puede acceder a través de un mando a distancia, a muchísima distancia.

Confieso que he sido casi feliz este septiembre en Madrid siguiendo a una prudente distancia el presunto prólogo de gloria hacia una nueva Catalunya. He seguido desde aquí la festiva V, los amores y desamores de Junqueras Mas, el grito -en voz baja y con la boca pequeña- a la desobediencia civil... Y sobre todo el gran momento en que el 'president' anunció, 'putayramonetamente', que, para lograr sus objetivos, haría uso de la astucia, esta variante de la picaresca tan bien ejemplificada por el españolísimo, a la par que universal, Lazarillo de Tormes. Todo se pega.

La España de todos los demonios

He sido casi feliz en Madrid, ciudad abierta y acogedora que es la primera en tomarse a guasa los desmanes que desde ella se perpetran. Y lo he sido por compartir tiempo y palabras con muchos madrileños que se mueren de ganas de separarse de España, de esta España de todos los demonios de Jaime Gil de Biedma, poeta y tío de Esperanza Aguirre Gil de Biedma. Y he sido feliz por compartir muchos momentos con un ser humilde y maravilloso llamado Lolita Flores, intentando descifrar, mano a mano, el enigma de una mujer llamada Colometa, que bailó una noche de verano en la Plaça del Diamant, a escasos metros de donde nació el Pescaílla, padre de mi amiga.

Más de un 'tontolculo' de aquí y de allá han querido magnificar prosopopeicamente que La plaça del Diamant, de Mercè Rodoreda, se instale en el Teatro Español de la madrileña plaza de Santa Ana, subvencionado por el ayuntamiento que preside la esposa de José María Aznar. ¿Qué tiene de extraño que una obra universal se represente en una ciudad cosmopolita?

Un instante de luz pura

Nunca como ahora había sentido tan próximas aquellas palabras de Espriu con las que nos advertía que un lejano día el espejo de la Verdad se rompió en mil pedazos y que cada uno de ellos, por pequeño que fuese, contenía y aún contiene un instante de luz pura. O algo así. Y es una pena que en Barcelona y Madrid manden unos señores que no paran de citar a Rodoreda, Espriu, Lorca y Valle-Inclán -porque sus escribanos, para vender, les incluyen en sus discursos- sin haber entendido ni aprendido nada de ellos.