La rueda

Desde la representación a la política

A partir de hoy, los movimientos políticos aparecerán desnudos ante los ciudadanos

ENRIC MARÍN

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El proceso soberanista catalán tomó impulso definitivo al hacerse pública la sentencia del TC sobre lo que quedaba de un Estatut que ya había pasado por el cepillo de Alfonso Guerra. Y se ha configurado como un movimiento transversal de contenido popular, que va de abajo arriba. Hoy, con Podemos, representa el reto más serio para el régimen político nacido con la transición democrática. La peor pesadilla de los partidos dinásticos y de buena parte de las élites catalanas y españolas. Básicamente, porque no son un suflé. Son síntoma contundente de un malestar profundo. Ahora bien, estas dos expresiones solo tomarán cuerpo político tras pasar la prueba de las urnas. En el caso del soberanismo independentista, la imposibilidad de hacer un referéndum legal acordado obliga a realizar unas elecciones parlamentarias de lectura plebiscitaria. Por lo tanto, gestionadas por los partidos en un momento en que el sistema político catalán se ha convertido en líquido. Los referentes políticos de los últimos 35 años están desdibujados y la redefinición de los espacios políticos de derecha, centro o izquierda está operando en paralelo al proceso de reapropiación de soberanía. De modo que las tensiones de los últimos meses eran inevitables y hasta necesarias. Otra cosa es que, por decirlo de forma francamente benévola, el espectáculo ofrecido era manifiestamente mejorable o evitable.

Pero el calendario político de este 2015 es muy exigente. En cuanto a la política catalana, el tiempo de la representación ya se ha agotado y el margen de los dircom de la política se reduce significativamente. A partir de hoy, los movimientos políticos relevantes aparecerán desnudos ante la mirada atenta de los ciudadanos. Algunas decisiones eran improrrogables y sus consecuencias ya son inevitables. Para todos los actores políticos sin excepción.