Deroguemos las leyes de excepción
El PP endureció la legislación antiterrorista para atornillar al entorno de ETA. Extinta la banda, aplicársela a tuiteros y raperos carece de todo sentido
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
La linde entre el humor negro y el mal gusto es tan tenue que, las más de las veces, quienes practican el primero acaban incurriendo en el segundo. Se viertan en Twitter, en los escenarios o en artículos de opinión, los chistes macabros pueden herir sensibilidades individuales o colectivas, máxime cuando ofenden a todo un pueblo, a una raza o a las personas de determinado género o tendencia sexual.
Por eso las democracias modernas se han dotado de instrumentos penales para perseguir la incitación al odio, el racismo o la homofobia, pero procuran aplicarlos con sumo tiento. El humorista francés Dieudonné fue repetidamente multado por sus provocaciones antisemistas, pero solo fue condenado a prisión por apología del terrorismo al solidarizarse con uno de los autores de la matanza del 'Charlie Hebdo'. La pena, de dos meses, ni siquiera le llevó a pisar la cárcel.
En España, en cambio, el legislador ha ido mucho más allá. Los gobiernos del PP han endurecido el tratamiento penal de algunos delitos de opinión, ahora tipificados como «enaltecimiento del terrismo» y «humillación a las víctimas». Reformas que han permitido a la Audiencia Nacional juzgar los tuits de Cassandra Vera y los versos del rapero César StrawberryCassandra VeraCésar Strawberry, sin duda zafios, e imponerles a ambos condenas de prisión.
Paradójicamente, las gracietas de Cassandra sobre el asesinato de Luis Carrero Blanco a manos de ETA ofendieron más al tribunal que a la nieta del almirante franquista, quien pidió su absolución. Quizá porque los chistes a cuenta de la voladura del coche de Carrero vienen de antaño: «De todos mis ascensos, el último fue el más rápido», escribieron Tip y Coll... en 1984. Hoy podrían estar sentados en el banquillo.
El Estado blandió el Código Penal para atornillar al entorno de ETA, pero tras haberla derrotado policialmente carece de sentido seguir aplicando 'urbi et orbe' unas leyes de excepción que deberían ser derogadas o abandonadas en un cajón. Porque el yihadismo no se combate con estas armas.
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