La rueda

¿Derechos de qué humanos?

La brutalidad que se ve en la valla de Melilla se quiere convertir en norma con cambios en la de extranjería

NAJAT EL HACHMI

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Es difícil no defender los derechos humanos. La convención es un ideal incontestable, pero cuando vamos a la práctica la cosa cambia. Es sorprendente la facilidad con la que podemos tolerar, incluso defender, su vulneración. Miremos a Melilla: no han tenido suficiente de poner cuchillas para rasgar los cuerpos de aquellos que quieren entrar en Europa por tierra, ya no son suficientes los métodos inhumanos que se usan para cerrarles el paso y devolverlos sin preguntar si escapan del hambre o la guerra. Ahora esta brutalidad se quiere convertir en norma con la modificación de la ley de extranjería, una ley que siempre sale a cuenta porque los que la padecen no votan.

Si usted cree que lo que ocurre en Melilla es un horror, que no es forma de tratar a unas personas que no han cometido otro delito que el de querer moverse por el mundo con libertad, enhorabuena, usted es alguien que aún se puede considerar persona y muy humana. Si por el contrario ve justificadas las actitudes de los países del primer mundo a la hora de blindar sus fronteras y cree que las quejas por los tratos que reciben los inmigrantes en la frontera son exageradas, enhorabuena también porque es usted una persona pero con un defecto: que considera que hay personas que no lo son tanto como usted o, al menos, cree que a ellos les deben doler menos los golpes, les debe ser más tolerable la discriminación y el rechazo, les será más leve la pobreza. Solo una advertencia: tenga cuidado, porque muy probablemente haya alguien en algún otro lugar del mundo que piense eso mismo de usted, para quien usted será otro. Si está dispuesto a aceptar tales discriminaciones, incluso que le sean aplicadas a usted mismo, enhorabuena, no solo es una persona y muy humana sino que además es consecuente con lo que piensa.