Los jueves, economía

Demografía, empleo y recuperación

Parte de la bajada del desempleo deriva del descenso poblacional, una debacle en los próximos 50 años

JOSEP OLIVER ALONSO

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El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha publicado sus estimaciones de cambio poblacional para los próximos 50 años. De sus conclusiones sobre la debacle demográfica del país, tres aspectos merecen consideración. Primero, la magnitud del cambio en el corto y medio plazo; segundo, sus potenciales efectos sobre el mercado de trabajo; y, tercero, su impacto sobre la recuperación y, más allá, sobre nuestro futuro económico.

Si nos ceñimos a los próximos 15 años, las perspectivas son descorazonadoras, aunque la esperada caída de la población en España en 5,6 millones en 2064 sea más que aterradora. Primero, entre el 2014 y el 2029, el total de menores de 16 años se reducirá un 25% (de 7,5 a 5,6 millones). Segundo, los mayores de 64 años aumentarán un insólito 34% (de los 8,4 a los 11,3 millones). Tercero, la cohorte más relevante para nuestro futuro inmediato (aquella entre 25 y 44 años) experimentará una caída de un excepcional 29% (de los 14 a los 10 millones). Y ello como resultado de una contracción del 22% para los de 25 a 34 años (de 6,2 a 4,8 millones) y de un insólito 34,3% negativo para los de 35 a 44 (de 7,9 a 5,2). Cuarto, estabilidad para la generación de 45 a 54 años  (en los 7 millones). Y, finalmente, aumentos en los extremos de la población en edad de trabajar. Del 30% para los de 55 a 64 años (de 5,4 a 7 millones) y del 10% para los de 16 a 24 años (sobre los 4 millones de 2014). En suma, en el 2029 la población de 16 a 64 años experimentará un doble choque: reducción absoluta de 2 millones (un 6,5%, desde los 30,6 a los 28,6 millones) y marcado envejecimiento. Y el mismo proceso se dará para el conjunto de la población.

Aumento del gasto en pensiones

Los efectos sobre el mercado de trabajo son ya perceptibles. Parte de la reducción del desempleo deriva de esta pérdida demográfica, y ayuda a comprender la disparidad entre el aumento de la ocupación y el retroceso del paro: en el último año, 270.000 nuevos empleos frente a 520.000 parados menos. Pero esta mejora es pan para hoy y hambre para mañana. Y no solo porque el peso de los individuos de 65 y más años sube, del 18,2% de la población de hoy al 24,9% en 2029, con lo que ello implica de aumento del gasto en pensiones. Sino porque el mercado de trabajo no es homogéneo, y el aumento de efectivos potenciales de 45 y más años solo puede compensar parcialmente la reducción de los de 25 a 44. Las calificaciones y habilidades requeridas para cada puesto de trabajo no permiten una sustitución sustancial entre ambos colectivos. Quiere ello decir que en el futuro cercano nos aguarda paro estructural de edades intermedias y altas, y demanda insatisfecha de jóvenes formados. De nuevo, la salida será la inmigración.

Finalmente, estos cambios están ya teniendo un negativo impacto sobre la recuperación y, más allá, sobre nuestro crecimiento potencial. A corto plazo, las lanzas de la expansión se han trocado en cañas. Y de la plétora demográfica y los insólitos crecimientos del inicio del milenio hemos pasando a la situación inversa, con todos los negativos efectos que ello tiene sobre la demanda interna (consumo e inversión). Por ejemplo, la demanda de vivienda principal está estrechamente vinculada a la creación de nuevos hogares. Y, aunque el INE espera que, en el 2029, el número de familias habrá aumentado en un millón, la dinámica poblacional remite a un crecimiento de aquellas integradas por personas mayores, y caídas en las de edad intermedia. Y lo que es cierto para la vivienda, lo es para los bienes durables a ella vinculados, o a otros componentes del consumo, dada la mayor propensión al gasto de los más jóvenes.

Caída en la tasa de ahorro

En el más largo plazo, deberemos afrontar la inevitable caída en la tasa de ahorro, y su negativo impacto en la inversión. Aunque individualmente los jubilados tengan una propensión al ahorro más alta que el resto de la población, lo cierto es que consumen recursos financieros que les transfieren las generaciones más jóvenes. Mayor número de jubilados implica, inevitablemente, menor ahorro familiar.

En los últimos 30 años, nuestros gobernantes han cerrado los ojos a la espectacular caída de la tasa de natalidad. Ello se ha traducido en una dramática falta de apoyo a las familias jóvenes, desde una política de guarderías que merezca ese nombre a la conciliación familiar o desde los horarios a las ayudas directas a los hogares con niños, entre otras medidas.

Pero, finalmente, el pasado nos ha atrapado. Además, hoy, el futuro está ya escrito parcialmente. Y aunque aún habría tiempo para la corrección más allá de 2030, no parece posible. Nuestra sociedad se dirige impertérrita hacia el desastre, hipnotizada, incapaz de reaccionar. Pasen y vean el mañana, aunque lo que hallarán es desagradable y amenazante. Bienvenidos.