El epílogo

Democracia en retirada

ENRIC HERNÀNDEZ

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A estas alturas casi todo está ya dicho acerca de la reforma exprés de la Constitución. Así pues, tómense estas líneas no como una aportación al debate, sino como un puro desahogo personal.

En otoño del 2008, cuando el estallido de la burbuja financiera internacional situó al planeta al borde del colapso, los líderes del G-20, conJosé Luis Rodríguez Zapaterocomo invitado de honor, se reunieron con el propósito de «refundar el capitalismo», en palabras deNicolas Sarkozy. Tres años más tarde, tan vana promesa se ha tornado retruécano: es el capitalismo el que está refundando, y bastante a peor, las ya diezmadas democracias occidentales.

Han sido tres largas décadas, tres, de constante sacralización de la Constitución por parte de quienes en su mano tenían cambiarla. Por no tocar, ni se ha corregido la anacrónica preeminencia del varón en el acceso al trono. El temor a la fragilización de la institución monárquica y a un rearmamiento moral de los nacionalismos periféricos impuso durante años su ley. La del silencio.

Lo que no habían logrado ni el sentido común ni la lógica de los tiempos lo ha conseguido, en apenas 15 días, la lógica de los mercados. Cierto: la crisis de la deuda soberana dejó a España a un paso de la intervención. YZapatero, aunque resignado al destierro dentro del PSOE, no quiere pasar a la historia de España como un nuevoGodoy. ¿Cuál era el peaje a pagar para que el Banco Central Europeo acudiera --con fondos alemanes- al rescate de la amenazada deuda española? Cumplir las condiciones de la cancillera Angela Merkel, empezando por una reforma que eleva al altar constitucional el sacrificio que los voraces mercados reclamaban: el compromiso formal de que España nunca jamás gastará más de lo que ingrese.

Renuncia a los principios

Pero el problema no radica en la renuncia al déficit -que debería ser ley, también para los particulares-,

sino en la renuncia a los principios. Que PSOE y PP conviertan la sacrosanta Carta Magna en moneda de cambio -y sin garantías de éxito- ejemplifica cómo las democracias se baten en retirada ante los poderes financieros.